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La cadena se clava en mi palma cuando salgo de la habitación dando zancadas en zigzag, realmente el mundo me da vueltas.

La chica pelirroja baila gustosamente, pero interrumpo ante ella con el ceño fruncido.

– ¿Qui-quien entro a la habitación conmigo? – mis palabras son algo confusas.

– Chica, el juego se canceló por un idiota gritón. – ella se encoje de hombros. – nadie entro contigo.

¡Que mierda!

Juro que eso fue real.

Miro la cadena de cerca, pero la poca luz no me deja verla con claridad. Doy tumbos lejos de la multitud, pero unas enormes manos me toman de las caderas.

– Hora de irnos. – Sean susurro a mi oído jalando de mi fuera de la casa.

– Espera, Pierson. – murmuro con voz ida. – tengo que encontrar al chico de mis sueños.

Sean me mira sobre el hombro para seguir con su camino.

– ¡Sean! – me quejo pataleando, pero solo gano que este me acorrale contra el capo de su auto.

– ¿Qué mierda te dieron? – chilla al verme a la cara.

– Panque de chocolate.

– Estas drogada. – dice con frustración. – no puedo creerlo.

– Mi chico me dio esto. – le muestro la cadena y el solo sonríe a media.

– ¿Ah si?

– Jugamos siete minutos en el paraíso y no se quien es.

– Luego lo buscas. – me toma en brazos para obligarme a entrar en el asiento de copiloto de su auto.

– ¿Y si no lo encuentro jamás?

– Drogada y tonta.

El cierra la puerta de un portazo y yo veo a medias el asiento trasero, Thomas y Aly duermen profundamente allí.

– Son un trio de hermanos que comenten malas decisiones. – enciende el auto. – y yo soy su estúpido niñero.

– ¡Te quiero, Sean! – chillo con alegría y me inclino a besar su mejilla.

– Te drogare cada día, Lya. – el ríe y me acomoda en mi asiento.

El auto se pone en marcha.

– Eres guapo.

– Las persona drogadas siempre tiene la razón. – Sean susurro con media sonrisa.

– Ese chico si que besaba bien. – rio sin razón alguna.

– Creo que lo alucinaste. – toma mi mano. – nadie quiere besarte, bebe.

– El me beso. – entrelazo mi mano con la suya. – y fue maravilloso.

– Pobre tipo.

– Calla. – lo miro con los ojos entrecerradas. – apuesto que quieres besarme.

– Apuesto que tu quieres besarme. – contrataca divertido.

– No estoy tan drogada. – miro la cadena en mi mano. – ¿Me la pones?

Pierson me mira y suspira antes de detener el auto.

– Ven aquí, Lya. – le hago entrega de la cadena y el se inclina en su asiento para ponerla alrededor de mi cuello. – listo.

– Gracias.

No se cuando tiempo paso, pero me comencé a sentir soñolienta y me dejé llevar por el sueño. Me acurro contra aquello que me da calor.

– Vuelve a dormir. – ríe cuando me muevo entre sus brazos.

– ¿A dónde me llevas?

– A tu habitación. – El ríe mirándome por unos segundos.

– Eres cómodo. – susurro pasando mis brazos por su cuello.

Sean me deja sobre una superficie suave y se aleja para encender la luz de mi habitación.

– ¡Tengo mucho calor! – me remuevo incomoda y comienzo a jalar del cierre del vestido.

– Espera, Lya. – me detiene. – no me hagas esto.

Sean se da media vuelta para buscar en mi armario lo que parece una gran camisa de Thomas. La pasa por mi cabeza jalándola hasta que cubra mi vestido.

– No me toquetees. – lo acuso cuando introduce sus manos dentro de la camisa para jalar del cierre dejando el vertido caer.

– Ya quisieras.  – el ríe pasando sus dedos por mi espalda y ayudándome a pasar los brazos por la camisa.

Pierson me da un leve empujón y caigo a la cama riendo.

– Necesito la receta de esos ponqués. –  ríe y comienza a rebuscar en mi tocador. – vamos a quitarte todo ese maquillaje.

El remueve el maquille con una de esas cosas desmaquillantes que Aly compra para mí como si de una tarea muy complicada se tratara.

– Déjame dormir.

– Eres una impaciente. – al fin me deja libre y se levanta para apagar la luz. – vamos a dormir, tonta.

En estos momentos me siento a gusto, el me rodea con sus brazos apegándome a su pecho.

– Buenas noches, simio.

LAMENTO LA TARDANZA, PERO NO TENIA INTERNET <3

Te odio, Mendes (Shawn Mendes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora