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Thomas es un inútil.

¡Lo haces mal, pana! – chillo mirando su intento de arepa.

Yo se lo que hago, estúpida.

– ¿Eso es cuadrado?. – le doy un pequeño zape. – redonda, es redonda.

Thomas insulta nuestro legado, por que la arepa es venezolana.

–Silencio los dos. – Aly llega a la cocina con Sean de la mano.

Tonto y estúpido Sean, lo asesinare por existir.

– Lya, no me mires como si planearas un asesinato. – Sean ríe golpeando mi nariz. – psicópata.

– Te asesinare. – sonrió apuntándolo con un cuchillo.

– ¿No te basto con que me sacaran del equipo? –  se carcajea. – ya no tienes por qué ir a los juegos, pequeña tonta.

– No es sufriente. – chillo aventándole una manzana.

– No desperdicies la comida, gemelis.

–Quiero ver si se puede asesinar a alguien con una manzana.

– No creo. – Aly murmura limando sus uñas.

– ¿Puedo probar con tu novio?

– Te denunciare. – Sean me atrapa entre sus brazos y ríe al ver mi lucha. – por acoso, enana.

Thomas se carcajea y sigue con su labor en la comida.

Ideas locas con Thomas Sanchez.

– Suelta, simio.

Pierson me deja en libertad y yo simplemente me alejo lo mas que puedo de él.

– Mira la arepa, Lya. –Thomas susurra cuando llego a su lado. –Sean quiere hacerte esto.

Thomas rellana la arepa con una enorme cantidad de queso rayando, pero termina en el suelo riendo como loco.

– Eres un ingrato. – lo mateo, pero solo recibimos la mirada extraña de Sean.

– Gemelos y raros. – Aly murmura saliendo de la cocina.

– Aly, necesito que me ayudes en algo. – Thomas se levanta apresuradamente del suelo.

Esto es plan con maña.

Le doy la espalda a Pierson mientras termino el desayuno, solo ignóralo y se ira.

– Dame un poco de eso. – pega su pecho completamente a mi espalda dejándome encerrada entre sus brazos.

Pico con manos temblorosas un trozo de arepa y lo llevo a sus labios, el abre la boca divertido y muerde con diversión mis dedos.

– Eres un bruto.

– Puedo ser un bruto en otros lugares. – susurro en mi oído recibiendo un codazo.

– Eres un pervertido.

– Mas. – abre la boca y hago el mismo procedimiento de antes.

Lo miro masticar y este sonríe con los cachetes llenos de comida.

– Que tierno.

– ¿Qué? – se carcajea en mi oído. – Gracias, hermosa.

Sean besa mi mejilla una y otra vez antes de alejarse de mí.

– Eh, Thomas. – jadea y yo me volteo cuan demonio.

– Sigan. – Thomas ríe. – yo hago como que si no existo.

– Tengo que ver a Aly.

Sean huye cual ladrón de la escena del crimen y yo solo miro a Thomas con nerviosismo.

– Soy el amo de las predicciones. – Thomas chilla. – ¡Le gustas!

– ¡Que no!

Te odio, Mendes (Shawn Mendes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora