Capítulo 14.
Depositó el plato sobre la mesa mientras sonreía ampliamente al comensal y se alejó de la misma cuando el cliente se lo agradeció. Se acercó rápidamente a la barra, donde otros platos la esperaban, y, haciendo uso de su experiencia como camarera, se colocó entre sus brazos y manos cinco de los que había y los fue distribuyendo por todo el local a sus propietarios. Hacía un par de días que había perdido su bandeja redonda donde ponía los pedidos para después servirlos así que, desde entonces, se las apañaba con sus manos y brazos para llevar todos los pedidos lo más rápido posible.
— Y el tío te soltó que tú habías decidido daros un tiempo.— repitió Betty con ese tono que usan las personas que no se creen lo que han escuchado. Abby, que estaba dejando un par de platos sucios sobre la barra para que Ian, el fregaplatos, se encargase de ellos, asintió hacia la pelirroja.— Ese tío es gilipollas.— sentenció, devolviéndole el cambio a una niña pequeña que miraba el cohete de la entrada con ojos soñadores.
— Eso mismo pienso yo.— respondió la castaña, colocándose detrás de la otra caja registradora.— Buenos días, ¿mesa?— le preguntó al hombre que esperaba frente a ella.
— La mesa número nueve.— respondió el hombre a la misma vez que Betty decía: ''Al menos ya sabes como es realmente.''
— Un plato combinado junto con un refresco. Serán doce.— pidió al hombre. Agarró el billete junto con las monedas que le dio el señor y, después de devolverle el cambio, se giró hacia la pelirroja.— No pensé que fuera así. Me hizo creer algo que era completamente opuesto. He sido una idiota que se creyó sus mentiras al pie de la letra.
— No has sido ninguna idiota, Abby.— la consoló Betty, depositando el cambio en la mano extendida de la mujer que tenía enfrente.— Llevabais casi tres años saliendo. Agradece que hayas conocido su verdadero rostro a tiempo.
— Tienes razón.— aceptó, cerrando el cajón de la caja registradora.— Por cierto, ¿cómo fue tu cita del otro día?— preguntó.
— Fatal. Más que fatal. Horrible.— resumió la pelirroja, apoyándose en la barra. Había acabado de atender al último cliente de su fila.— No entiendo porque la gente miente en sus perfiles de internet.— se indignó, recordando seguramente su cita.— Y mucho menos entiendo porque utilizan una foto sacada de una página cualquiera.
— Pero qué paso.— apremió Abby, un poco perdida. Hacia unos cuantos meses atrás que Betty se había apuntado, por insistencia suya, en una página de citas rápidas y el otro día tuvo, después de una primera cita horrible con un hombre de extrañas manías, su segunda cita.
— Primero de todo llegó tarde.— empezó la mujer a la vez que levantaba uno de sus dedos.— Sabes lo mucho que odio la impuntualidad. A continuación ni se acordaba de mi nombre, tuve que repetírselo unos cuarenta veces hasta que finalmente se lo aprendió.— otro dedo arriba.— Por no hablar de la tremenda mentira que soltó en sus datos personales junto con la foto.— tercer dedo arriba.— Que si tenía un par de años más que yo, ¡já! Ese hombre tenía por lo menos sesenta años. La foto. ¡No era ni moreno, por favor! ¿Para qué te pones una foto de un hombre moreno si eres más rubio que Cenicienta?— Abby, que intentó aguantarse la risa con todas sus fuerzas, explotó en una carcajada que alertó a un par de comensales que se la quedaron mirando durante unos segundos, seguramente cuestionándose sobre la salud mental de su camarera.— No tiene gracia, Abby.

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Isolato
Teen FictionSin apenas pestañear, Abby aceptó la disparatada propuesta de su hermano, consiguiendo con ello que su vida, sus pensamientos y muchas otras cosas más cambiaran de la noche a la mañana. Créditos de la portada a @La_tequila. Muchísimas gracias por el...