Capítulo 21.
La primera vez que lo vio era miércoles, o jueves, no lo recordaba con tanta precisión puesto que ya hacía casi un año de esos acontecimientos. Era julio, de eso sí estaba completamente seguro. El calor de las abarrotadas calles de Roma era pegajoso e insoportable. La ropa se pegaba al cuerpo como una segunda piel que, por mucho que intentaras separar la una de la otra, no podías. La excesiva cantidad de turistas y residentes que caminaban por la acera, junto con el caótico tráfico de esa hora punta, impedían al ojiverde caminar con tranquilidad. Recordaba, en algunas ocasiones, tener que abrirse paso a empujones entre la gente porque éstos se habían quedado sorprendidos con el antiguo grabado de algún edificio y habían comenzado a sacar fotografías a diestro y siniestro, sin importarles estar molestando al resto de seres humanos con su estupidez.
Era el octavo día consecutivo de búsqueda y el definitivo para completar su última tarea asignada. Hacía diez días atrás que había ascendido un puesto más dentro de aquel disfuncional grupo al que pertenecía, y hacía exactamente la misma cantidad de días que sus superiores le habían asignado su nueva misión. Debido a su ascenso, y al de algunos de sus compañeros, el grupo se había quedado sin nadie que ocupara sus antiguos puestos, por lo que habían ordenado a los recién ascendidos la tarea de encontrar y reclutar a un par de personas capacitadas para llenar esos huecos, como tiempo atrás lo habían tenido que hacer otros.
Después de mucho meditarlo la noche anterior con la única compañía de un par de botellines de cerveza vacíos y una película ochentera aburrida que había encontrado entre un montón de revistas, Gian decidió, a eso de las dos de la mañana, con los ojos entrecerrados por culpa del humo que escapaba de su cigarrillo, que buscaría a su nuevo compañero en Plaza España, uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad y donde se congregaban miles de personas a lo largo del día.
Recordaba haber estado caminando durante horas, oculto siempre bajo la sombra que le proporcionaban los diferentes toldos de los establecimientos abiertos. No le gustaba el sol. Mucho menos el calor. Desde que de pequeño casi sufrió una insolación por estar seis horas expuesto a los potentes rayos del sol, Gian había odiado todo lo relacionado con esa estrella. Recordaba haberse parado en Plaza y haber estado buscando, durante interminables minutos, un resquicio de sombra bajo el que esconderse en aquella descubierta plaza repleta de turistas de todos los rincones del mundo.
— Entschuldigung! — exclamó la voz aguda de un niño pequeño de grandes ojos azules y pelo rubio, quien lo había pisado mientras caminaba con prisa para reunirse con sus progenitores, que lo esperaban unos metros más alejados. Gian enarcó una ceja para, a continuación, observarlo retomar la carrera, imaginando el posible significado de esa complicada palabra que, por la ruda pronunciación, apostaba que era alemana. Lo contempló agarrarse de la mano de una mujer rubia y voluminosa que arrastraba una pesada maleta azul mientras a su lado un hombre de corto cabello negro agarraba un par de mochilas desgastadas.
Desvió la mirada de la familia que en esos momentos desaparecía por un callejón y, acercándose a paso apresurado al pequeño toldo de una heladería donde tenía pensado ir antes de toparse con el niño, se apoyó en la pared de piedras del establecimiento. Dirigió una de sus manos al bolsillo del pantalón que llevaba y extrajo un cigarrillo del casi vacío paquete que había allí oculto. Agarró el mechero del bolsillo contrario y lo encendió. Dirigió con cierta prisa su mano hacia su boca y dio una larga calada al tubo mientras sus ojos comenzaban un escaneo rápido por la enorme plaza.

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Isolato
Teen FictionSin apenas pestañear, Abby aceptó la disparatada propuesta de su hermano, consiguiendo con ello que su vida, sus pensamientos y muchas otras cosas más cambiaran de la noche a la mañana. Créditos de la portada a @La_tequila. Muchísimas gracias por el...