Capítulo 4.

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Capítulo 4.

Era domingo. Hacía dos días que Blake no había vuelto a llamar. Abby estaba preocupada y, aunque había intentado ponerse en contacto con su hermano en un par de ocasiones, no lo había conseguido. Por el contrario Gian había estado esperando, tranquilamente, a que Blake se ocupase de lo que creía que debía ocuparse y entonces sabía que llamaría para informar de las nuevas notícias. Hoy Abby tenía fiesta y había decidido, el día anterior después de llegar a casa agotada del trabajo, que ese día no haría mucho. Se había levantado temprano para no perder la costumbre, se había duchado tranquilamente, aprovechando que Gian no se había levantado todavía o, si lo había hecho, aún no había salido de la habitación. Se había dirigido a la cocina donde se había preparado un par de tostadas con mantequilla y mermelada junto con un café con leche. Había desayunado en el sosiego de su salón sobre el sofá, al mismo tiempo que veía la recopilación de las canciones más escuchadas durante ese mes que hacía cada fin de semana la MTV. Después de anotarse unas cuantas que habían llamado su atención en una de las libretas que tenía sobre una de sus estanterías, se había acabado el café y había fregado todo lo ensuciado.


Se había puesto a recoger y ordenar un poco su habitación. Había hecho su cama, había guardado la ropa limpia que había acumulado sobre su silla y había tirado al cesto de la ropa sucia aquella que debía lavar más tarde en la lavandería que había en el sótano de su edificio. No tenía lavadora y, aunque quisiera comprarse una con los ahorros que había conseguido acumular, no tenía espacio para ella. Mientras caminaba, con el cesto entre sus brazos, había observado el reloj que colgaba de la pared del comedor: 11:54 am. Acomodando mejor el cesto sobre sus manos, se había acercado a la puerta de la habitación, que en esos momentos custodiaba a Gian, y había tocado.


Había estado esperando un par de minutos a alguna contestación o algún gruñido que le confirmase que se encontraba despierto y que podía pasar. Inesperadamente, y cuando ya renunciaba a seguir esperando o a escuchar algún sonido, el crujido de los muelles de la cama bajo el peso del muchacho se oyó, rompiendo el silencio en el que se había visto envuelta al esperar.


— Voy a bajar a la lavandería que hay aquí abajo, en el sótano del edificio.— le había informado antes de que la puerta se abriese bruscamente y el pecho desnudo del chico apareciera ante sus ojos.— Quer...ía.— se aclaró la garganta, obligándose a apartar los ojos del fuerte torso que tenía delante y a levantar la mirada, encontrándose con los verdosos ojos de su inquilino observándola sin ninguna expresión en su rostro de facciones duras. Contra todo pronóstico, puesto que intentó evitarlo con todas sus fuerzas, se sonrojó al ser descubierta.— Quería saber si tenías alguna prenda que quisieras lavar.


El muchacho se había separado del marco de la puerta y se había adentrado a la habitación, donde estuvo unos segundos recogiendo algunas prendas que tenía desperdigadas por el suelo, momento que Abby aprovechó para contemplar el interior. No había cambiado nada de la decoración, aunque tampoco es que hubiese tenido la oportunidad de ir al Ikea o alguna tienda de muebles para comprar algo a su gusto. Todo seguía como lo había dejado Tessa a excepción de la cama deshecha y la ventana abierta junto con las cortinas descorridas. Cuando contempló de refilón que Gian ya había acabado de seleccionar las prendas que quería lavar, apartó la mirada del interior de la habitación y se dedicó a observar el suelo bajo sus pies, como si el parqué que pisaban sus zapatillas fuera lo más interesante del mundo.


— ¿Algo más?— había preguntado cuando el muchacho había dejado toda la ropa junto a la suya en el cesto. El sonido de un portazo fue suficiente negativa.

IsolatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora