Capítulo 18.

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Capítulo 18.

— ¿Cómo volviste a casa?— escuchó que le preguntaba Sophie a su lado. Acababan de salir de la última clase del lunes y la muchacha se le había acercado con prisa nada más sonar el timbre. Abby apretó con fuerza la carpeta que llevaba en las manos mientras el sonrojo acudía a sus mejillas con violencia al recordar la madrugada del sábado.


— Fui andando.— mintió, después de aclararse la garganta. Esquivó a un par de muchachos que corrían el uno detrás del otro y se adentró al lavabo de chicas con el sonido de los zapatos de su acompañante como banda sonora. Dejó la carpeta sobre unas de las picas que había allí y se adentró a uno de los cubículos.


— Te estuvimos buscando durante horas.— oyó que decía la rubia desde el otro lado de la puerta.— La última vez que te vimos estabas acompañada de un muchacho muy guapo.— se rio la chica, que había usado un tono pícaro. La castaña se la imaginó levantando las cejas de manera sugerente.— ¿Quién era, eh?


Abby observó los garabatos de la puerta del lavabo donde estaba encerrada con el papel higiénico suspendido en el aire, pensando una respuesta que no tuviese como resultado una tanda de preguntas curiosas y entrometidas que no estaba dispuesta a contestar porque sabía que aquello derivaría en cotilleos recorriendo toda la Universidad:— No recuerdo nada.— soltó finalmente.— Supongo que sería algún desconocido pesado.


— Pues por la manera como os mirabais y gesticulabas parecía que os conocíais de antes.— informó la rubia mientras Abby se abrochaba el pantalón y tiraba de la cadena.


— Ya te he dicho que no recuerdo nada.— se limitó a decir ella, saliendo del lavabo para, a continuación, lavarse las manos, coger su carpeta y salir de la habitación con la rubia a su lado.


Estuvieron hablando durante unos minutos más hasta que salieron por la puerta principal del edificio y separaron sus caminos. Una por la izquierda y la otra por la derecha. Una andando y la otra en coche. La castaña se acomodó mejor la mochila al hombro y continuó el camino dirección casa de Blake. Se había pasado todo el fin de semana en casa. El sábado por culpa de una resaca que se agravó durante las horas que estuvo trabajando y aguantando las quejas de los clientes y el domingo porque no tenía ningún sitio al que ir y mucho en lo que pensar. Había estado pensando durante horas en lo que había pasado el viernes y, como consecuente, en si debía aparecerse el lunes por casa de su hermano como se había hecho costumbre, sin saber si Gian aparecería o no. Finalmente, y después de mucho meditarlo y encontrar más contras que pros, decidió que iría allí, no quería que su hermano sospechara que algo había pasado. Además, una parte de ella, esa parte escondida bajo capas y capas de sentido común que habitaba en su cuerpo, quería volver a encontrarse con el ojiverde para aclarar las cosas.


Sonrió al vecino de su hermano que sacaba la basura y subió a la planta correspondiente. Ajustó la llave en la cerradura y, con un pequeño y brusco movimiento de muñeca, abrió la puerta. Se adentró en el piso y cerró la puerta a su espalda. Observó rápidamente a su alrededor y, después de no detectar presencia alguna en las habitaciones, como parecía que se había hecho costumbre, se sentó en el sofá y comenzó a adelantar el trabajo universitario. Agarró el estúpido libro que le habían ordenado leerse y lo abrió por la página que había marcado, el día anterior cuando leía, con un sobre del banco. Se quitó los zapatos y colocó los pies sobre el asiento, haciendo uso de su confianza para con aquel apartamento.

IsolatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora