Capítulo 15.

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Capítulo 15.

Había pasado un mes desde el altercado de la muchacha con aquel hombre conocido como Vladimir. Enero había decidido desaparecerse entre exámenes de Universidad y clientes rabiosos, entre la sobreprotección de Blake y la indiferencia de Gian, cediendo su puesto a un febrero atípicamente caluroso donde su clima permitía caminar por las tardes con una camiseta de manga corta sobre el cuerpo.


Era viernes, última hora de clases de aquella primera semana de febrero que se había convertido en una de las más largas para la muchacha. Tenía frío. Por mucho que afuera hiciera un día soleado y caluroso dentro de la facultad alguien había decidido encender el aire acondicionado y su cuerpo estaba pagando las consecuencias de ello. Se colocó mejor la chaqueta sobre los hombros e, ignorando al señor Figgins que se desplazaba de un lado al otro del aula mientras explicaba y le daba, a la misma vez, vueltas a la tiza que tenía en una de sus manos, comenzó a darle pequeños golpecitos a la vacía hoja de su libreta con el bolígrafo. Estaba aburrida. Era la quinta hora consecutiva que llevaba sentada en aquella silla, sin contar el pequeño receso entre las asignaturas ni la suerte que había tenido de poder saltarse la primera hora porque la profesora Murphy había cogido la baja por maternidad a apenas una semana de tener el bebé y todavía no habían conseguido un suplente. La cabeza le iba a estallar de lo que le dolía. No podía almacenar más información nueva por más que lo intentara. Comenzó a pintar las cuadrículas de la hoja haciendo una extraña trenza de color azul. Soltó un suspiro y observó el gran reloj que decoraba la pared frente a los pupitres correctamente distribuidos. Todavía le quedaban veinte minutos más de clase.


— Tss.— escuchó que la llamaban desde atrás. Observó uno segundos al hombre que seguía hablando antes de darse la vuelta de manera disimulada, siempre con un ojo puesto sobre la canosa cabellera de su profesor.— Esta noche nos vamos de fiesta.— declaró Sophie, una amiga de la facultad, en un susurro. Contempló como se apartaba un mechón rubio de la cara antes de remojarse los labios y volver a hablar:— Hay que celebrar que no hemos suspendido ningún examen. Además hoy en Music Lover la discoteca que hay en el centro de Michigan hacen un tres por uno en todas sus bebidas.— Abby lo meditó durante unos segundos más antes de asentir con la cabeza y darse la vuelta de nuevo, dispuesta a seguir con su magnífica interpretación de alumna, aparentemente, aplicada que en realidad estaba pensando en las nubes.


Veinte minutos después, cuando el señor Figgins comenzaba a beber largos sorbos de su botella de agua intentando recuperar saliva, sonó el timbre, anunciando el final de una tediosa jornada de estudio. Recogió las cosas con rapidez y se dio la vuelta para concertar la hora y el sitio con Sophie. Al parecer también irían Marie y Abigail, un par de compañeras muy majas con las que compartía un par de asignaturas optativas. Una vez aclarado todo, se colgó la mochila sobre uno de sus hombros y salió con paso apresurado del edificio, incapaz de continuar más tiempo exponiendo su cuerpo a esas temperaturas. Empujó la puerta con una de sus manos y bajó los peldaños de la facultad antes de emprender el camino dirección al edificio de Blake, donde su hermano la esperaba para comer, como se había hecho costumbre desde la aparición de Vladimir.


— ¿Hola?— saludó una vez atravesó el umbral de la puerta. Como motivo de estas comidas familiares de cada mediodía, Blake le había hecho una copia de su llave por si en algún momento él no se encontraba en casa o estuviese ocupado para abrir. Dejó la mochila sobre el sofá y caminó por el pasillo, abriendo a su paso todas las puertas que había en él. Cuando descubrió que no había nadie, volvió al salón y tomó asiento. Encendió la televisión y, dejándola en el telediario, agarró su mochila y comenzó a hacer la redacción que le habían pedido para el jueves de la siguiente semana.

IsolatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora