Capítulo 22.
Observó, desde la seguridad que le proporcionaba la otra acera, cerrarse tras la espalda de una acaramelada pareja, que en esos momentos entraba, la puerta del restaurante. Dirigió, por última vez, el cigarrillo que tenía entre sus dedos a sus labios y dio una larga calada, intentando, en vano, enfundarse en un traje de valor e indiferencia. Llevaba dos semanas y media sin aparecer por el establecimiento ni dar señales de vida. En el transcurso de esos días había estado recibiendo llamadas y mensajes de parte de sus compañeros y su jefe, todos ellos preguntándole si se dignaría a volver para explicar qué había ocurrido para que desapareciera de la noche a la mañana. Ocupada, como había estado, en los cuidados de su hermano, había ignorado todos y cada uno de ellos aun sabiendo que aquello podría acarrearle su más que probable despido.
Lanzó el cigarrillo contra el suelo, hundió la puntera de las botas que llevaba sobre el tubo y, después de contar hasta diez mentalmente, avanzó por el paso de peatones hasta encontrarse cara a cara contra la sencilla cristalera del restaurante. Contempló, estática, el ir y venir de los camareros, así como el de los cocineros, todos ellos demasiado ocupados para reparar en su presencia. Alisó, con manos temblorosas, unas inexistentes arrugas en su falda y, aguantando la respiración, estiró del pomo de la puerta y se adentró al lugar. Dejó que las campanillas que adornaban la puerta de entrada le dieran la bienvenida y se acercó a la barra.
— ¿Abby? — preguntó Betty quien se había dado la vuelta para dar la bienvenida al nuevo cliente al escuchar el ruido. — ¿Qué...qué haces aquí?
— ¿Está Mark? — cuestionó la castaña a su vez, ignorando el tono sorprendido con el que la mujer se había dirigido a ella.
— Sí. Está en su despacho, como siempre. — respondió la de anaranjado cabello mientras rellenaba un par de tazas con humeante café. — Abby...No deberías entrar. — comenzó la más veterana cuando contempló como la muchacha comenzaba a adentrarse a la zona de empleados. — Sabes que estás despedida, mi niña. No necesitas que ese estúpido te lo diga de malas maneras.
— Lo sé. — se limitó a contestar Abby, bajando los ojos, con una mirada abatida. — Pero creo que, en esta ocasión, merezco que me lo diga. — sin nada más que añadir la castaña pasó junto a la mujer y camino por el estrecho pasillo que conducía al despacho del que, hasta ahora, había sido su jefe.
Una estúpida parte de ella había creído que todo estaría igual cuando regresara. Que no se vería con los dos pies en la calle y una sensación de irresponsabilidad agarrada a su cabeza. Que no estaría despedida. Saludó con una tímida sonrisa a Liam, quien en esos momentos salía del lavabo disponible para los trabajadores y, armándose de nuevo en un traje de valor, abrió la puerta del despacho de su jefe.
— Creí que mi último mensaje había sido lo suficientemente claro. — fue lo primero que le espetó Mark cuando se recompuso de la sorpresa. Ignorando la mirada que le dirigía el hombre, Abby cerró la puerta tras su espalda y tomó asiento en una de las sillas que adornaban la parte contraria del escritorio tras el cual se ocultaba el hombre. Dirigió una rápida mirada a los papeles que adornaban la mesa antes de dirigirla al tosco y serio rostro que tenía en frente. — Estás despedida. — aclaró, al ver que la muchacha no se había dado por aludida, todo lo contrario, escondía las manos bajo las mangas de su chaqueta desde el otro lado de la mesa.

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Isolato
Teen FictionSin apenas pestañear, Abby aceptó la disparatada propuesta de su hermano, consiguiendo con ello que su vida, sus pensamientos y muchas otras cosas más cambiaran de la noche a la mañana. Créditos de la portada a @La_tequila. Muchísimas gracias por el...