Descubriendo mi otra vida

1.El primer día de instituto

Me desperté con el sonido de la alarma resonando por toda mi habitación, me levanté de la cama con pereza y me dirigí al baño para darme una ducha caliente.

Después de unos 15 minutos ya estaba delante del espejo recogiendo mi pelo en una coleta alta. Al acabar cogí mi mochila y salí de mi cuarto cerrando la puerta detrás mío.

Mientras bajaba las escaleras, varias voces se escuchaban en la cocina, al acercarme vi a mi madre recogiendo la mesa y mis hermanos saliendo de la casa.

- Buenos días- le dije a mi madre dándole un beso en la mejilla.
- Buenos días Pau- me contestó- tu padre está en el coche esperándote.
-¿ Me va a llevar a mí también?- cuestioné molesta ya que pensaba usar mi amada moto.
- Sí, pero solo hoy porque es el primer día en ese instituto- explicó mamá.
-¿ Karina y Adrián?- pregunté por mis hermanos.
-Les apuntamos en un colegio a 15 minutos de tu centro- dijo mamá recordándome que acabamos de mudarnos a México.
Salí de casa y encontré a mi padre con el coche prendido aguardándome, me subí al vehículo y nos dirigimos rumbo a nuestro destino.

Hace un rato habíamos dejado a Karina y Adrián en su escuela y justo ahora estamos delante del que será mi instituto este año, por lo que salí del auto.
- Adiós Paula y no te metas en líos- dijo mi padre al bajar la ventanilla.
- Adiós papa- le respondí- y sobre lo otro no te prometo nada.

Me di la vuelta y escuché como mi padre partía.
- Nuevo país, nueva ciudad, nuevo instituto y nuevos amigos. ¡Allá vamos!- dije para mí y me adentré en el edificio que tenía delante.

Tras varios minutos buscando el despacho de dirección lo encontré al final del pasillo; justo enfrente había una placa negra con letras doradas que ponía: DIRECCIÓN.
Toque la puerta y después de escuchar un "adelante" giré el pomo de esta abriéndola y adentrándome mirando a la mujer que tenía enfrente, era alta, morena, con pelo rubio, largo hasta la cintura como el mío y muy elegante.
-Supongo que tú eres Paula Mendoza ¿no?- preguntó.
- Está en lo cierto y supongo que usted es la directora de este centro- dije vacilando.
- Siempre con la mente activa como tu madre- dijo con la mirada perdida como si estuviera recordando algo lejano.
-¿Usted conoce a mi madre?- pregunté sorprendida ya que mi mamá nunca me contó que había estado aquí, mejor dicho, nunca me contó nada.
- Fuimos buenas amigas- dijo- olvídalo ¿sí?Bueno... a lo que iba, soy la directora Melinda Rodríguez. He leído tu expediente, vi que tus calificaciones son muy altas pero lo que quería comentar contigo son las personas que mandaste al hospital.¿Por qué?
-Mire directora, yo no me meto con nadie,pero cuando me tocan las narices yo se las rompo. Eso es todo.
-Pues tendrás que alejarte de los problemas. Y aquí tienes tu horario- dijo tendiéndome una hoja blanca con un cuadro de horarios.
-Gracias- dije saliendo del despacho.

Miré el horario y vi que tenía literatura las dos primeras horas así que empecé a buscar el aula correspondiente, hasta que lo encontré y apunté en la hoja justo debajo de Literatura, el aula B3.

Toque la puerta y esta fue abierta por una profesora de avanzada edad y con gafas.
-Pase- dijo a lo que entré- quédese delante de la pizarra y preséntese- volvió hablar y al terminar de pronunciar aquellas palabras me empezó a caer mal.
-Hola soy Paula Mendoza de Madrid,España. Tengo 15 años y no os recomiendo buscar problemas conmigo- terminé de hablar con una sonrisa malévola dibujada en mi cara. Me gusta dejar las cosas claras.
-¿Alguna pregunta a la compañera?- dijo la profesora mosqueada por lo último que solté.
-Nada de preguntas- le corté a una chica del fondo de la clase que había levantado la mano en señal de pedir permiso para hablar- cuanto menos sepáis de mí será mejor-dije acabando mi presentación y me senté en el último sitio que quedaba desocupado,justo al lado de una chica pelirroja que no para de sonreír.
- Soy Samantha y me puedes llamar Sam- dijo en modo de presentación.
-Hola Sam- respondí cortante aunque esta chica me parece simpática pero como saben, las apariencias engañan.

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