5.¿Me has puesto vigilancia?

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Lo que me había relatado mi padre ayer, me dejó sin sueño, me la pasé sollozando hasta la madrugada.

Son las 6:00 de la mañana y no quiero ir al instituto con estas ojeras que se notan a cierta distancia pero prefiero eso a quedarme en casa y ver la cara de las personas en las que más confiaba y que me han estado mintiendo todo este tiempo.

Hice mis rutinas matinales como de costumbre y bajé a la cochera para sacar mi moto, ahora sí que la necesito.

Al llegar a la escuela habían pocas personas ya que es muy temprano, me dirigí directamente a mi casillero para coger el libro y cuaderno de Historia, sí, es la clase que tengo a primera hora. Cerré el casillero sin ganas pero una sonrisa formada en la cara de una pelirroja que justamente en ese momento estaba apollada en el casillero de mi izquierda me recordó donde me hallaba.
-Hola Pau- me saludó Samantha.
-Hola- le devolví el saludo cortante observando como venían los chicos hacia nosotras.
-Hola chicas- Dicen al unísimo, creo que lo ensayan porque he notado que casi siempre hablan a la vez.
Samantha les saluda de vuelta pero yo me quedo pensando en lo que pasó ayer en mi casa.
-Parece que alguien amaneció sin ánimos- me sacaron los chicos de mi ensimismamiento.
-Eso si durmió primero- soltó Sam por lo que yo la fulminé con la mirada- No me mires así Pau, las ojeras se te ven a kilómetros.
-Solo estuve leyendo un libro y quería saber el final así que me quedé leyendo hasta muy tarde- mentí.

Sé que no debería haber mentido pero yo viví toda mi vida en mentiras. ¿Qué puede ser peor?

La mitad de las clases la pasé durmiendo y la otra mitad soltando veneno con cada palabra que salía de mis cuerdas vocales, sé que los demás no tienen la culpa de lo que me pasó pero no puedo evitar mis ganas de golpear o causar daño para sentirme mejor y desquitarme.

Es hora de volver al lugar que desearía no volver a pisar de nuevo, arranco el motor de mi motocicleta y comienzo mi viaje hacia la casa pero siento la mirada de alguien sobre mí, giro mi cabeza mirando a todos lados y lo único que capturan mis ojos fue una pequeña camioneta negra que solo dejaba a la vista al conductor.
-No me lo puedo creer - gruñí entre dientes- mi padre me ha puesto vigilancia ¿en serio?- dije muy bajo para que solo yo lo pueda escuchar.

"Si quiere jugar pues juguemos" pensé y subí la velocidad de mi vehículo dejando atrás a la camioneta, hace tiempo que no siento la adrenalina en mi cuerpo como ahora.

Al llegar a casa, subí rápidamente a ducharme y hacer mis trabajos. Terminé las tareas y salí a correr como de costumbre, me demoré más de media hora porque al estar de vuelta a casa volví a ver la misma camioneta de antes así que cambié de camino pasando por calles que ni conozco y me perdí pero gracias al GPS del móvil pude volver a mi hogar.

Entré a casa, mi madrastra pasó por mi lado y ni siquiera se tomó las molestias de dirigirme la palabra.
No pienso consentir me traten así. Llevamos años viviendo juntos y ahora me ignoran, voy a hablar con papá y con "mamá", les dejaré bien claro que no me gustan nada sus cambios.

Abrí la puerta del despacho sin pedir permiso y entré cerrándola a mis espaldas.
-Papá tenemos que hablar- dije antes de que me regañe por no haber tocado la puerta antes de engresar.
-¿Qué pasa?- y vamos otra vez con el mismo cuento del inocente confundido.
-¿Me has puesto vigilancia?- pregunté sin rodeos.
-¿Yo?- asentí- No te he puesto ninguna vigilancia. ¿Qué te hace pensar eso? - habló con tono muy convincente.
-Pues resulta que hoy desde que salí del instituto una camioneta negra no me dejó de seguir, hasta la vi por la zona cuando salí a correr-le expliqué.
-No fui yo pero no tienes porque preocuparte, ya veré qué pasa- dice pensativo.

Después de la charla que tuvimos mi progenitor y yo, me fui a mi dormitorio y no volví a salir. Dormí casi toda la tarde.

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Patricio Mendoza (padre de Paula) en multimedia

Descubriendo mi otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora