Epílogo

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POV MAGNUS















-Después de que huimos de la iglesia junto a mí garbancito, llegamos a casa de Robert, él se sorprendió al vernos allí, pues Alexander no había querido volver.

-Exacto... yo no había querido hablarle a papá –intervino mi hermoso esposo–. Cosa que no está bien... pero yo le expliqué todo lo ocurrido y bueno, él simplemente nos recibió con los brazos abiertos...

-Tres semanas después nos casamos –continúe yo–. Nuestros padres se encargaron de comprar una casa para nosotros –murmuré totalmente feliz.

-Y luego –siguió Alec y lo miré completamente enternecido cuando la sonrisa en su rostro se ensanchó de una forma impresionante–. Una vez que llegamos a casa muy tarde en la noche, encontramos un pequeño bultito en la puerta de la casa que se removía y lloraba, era la criaturita más hermosa que habíamos visto.

- ¿Soy yo, verdad papi? –Preguntó mi pequeño Max sentado en las piernas de Alexander, el cual lo abrazó.

-Así es, fue uno de los mejores regalos que da la vida, dos años después viajamos a Argentina y nos encontramos con un hermoso niño.

- ¡Ese soy yo! –dijo Rafael ensanchando el pecho, yo solté una risita y lo abracé.

-Por supuesto que sí y llegaron para completar totalmente nuestra felicidad.

-Ahora somos una familia –dijo Max con voz tierna y Alexander le revolvió suavemente el cabello.

-Por supuesto que sí, la más hermosa que hay.

-Amo que nos cuenten la historia de cómo se conocieron –dijo Rafael abrazado con fuerza a mi pecho.

-Ahora mis pequeños monstruos, hora a dormir.

-Por supuesto que no –Max se cruzó de brazos–. Tenemos que esperar la llegada de Santa Claus.

Yo solté una risita y los miré enternecido, pero esta vez no discutí, mis niños ya estaban grandes, cuando encontramos a Max, debía tener unos ocho meses aproximadamente, ahora tenía cuatro años. Rafael tenía seis años al adoptarlo, ahora a sus diez años era el cómplice de Max en todas sus travesuras, cada año era lo mismo, nos pedían Alexander y a mí que les contaremos la historia de cómo nos habíamos conocido y enamorado, como habíamos luchado contra todas las fuerzas y los obstáculos que se oponían a nosotros para por fin estar juntos, luego se quedaban jugando un rato mientras esperaban a Santa pero siempre terminaban cayendo completamente profundos a los pies del sofá después de jugar un rato con Presidente Miau, un regalo que Alexander nos había dado en nuestro primer aniversario con Max, un lindo gatito que se había vuelto el protector legítimo de mis dos pequeños.

Yo suspiré mientras rodaba los ojos.

-Bien, iré por algo de ponche –dije divertido, Alexander se quedó un segundo mirando los niños jugar con Presidente a hacer guardia para esperar a Santa.

-Te acompaño –dijo siguiéndome hacia la cocina.

Una vez llegamos allí, Alexander me abrazó por la espalda y me recorrió con sus labios la mejilla, el cuello hasta bajar a mi clavícula al tiempo que acariciaba suavemente mi pecho haciéndome estremecer.

-Tenemos hijos maravillosos. ¿Verdad? –Preguntó con suavidad, yo sonreí cerrando mis ojos y disfrutando sus caricias.

-Los mejores que puedan existir.

Alexander y yo tuvimos que pasar momentos extremadamente difíciles, demasiados altibajos, quizás menos comunes que en las demás relaciones, pero ahora estábamos juntos, teníamos dos hijos maravillosos que amábamos en demasía, nuestras familias eran extremadamente unidas y después de todo lo sucedido sabíamos algo con certeza, no había nada nunca que nos separa, no había nada nunca que me alejara de Alexander.

Porque él me había salvado desde que nos conocimos.

Él era el amor de mi vida.

Él era la fuente de mi felicidad.

Él había sido la luz en mis días oscuros cuando yo me encontraba perdido en la oscuridad.











FIN.

Perdido en la oscuridad (MALEC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora