Capítulo: 1 Despierta

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Despierto; No, no lo hago. Porque apenas dormí esta noche. 

— ¡No otra vez! — me quejo notando el crepúsculo por sobre las cortinas blancas de mi habitación y comprendiendo que una vez más permanecí toda la noche despierta — Olvidalo, solo olvidalo todo — murmuró.

Sintiendo el frío mañanero que atraviesa por las cortinas cierro los ojos volviendo a respirar hondamente.  

 — ¿Qué quieres olvidar Jessica? — me pregunto a mi misma. 

— No lo se. No lo recuerdo — miento.

«Eso es. Solo permanece en silencio»

Estiro mi mano sacándola de él menjunje de sábanas y frazadas en el que me he envuelto la noche anterior en vano y rápidamente me adentro en el baño antes de que mi mamá despierte. Luego de lavarme el rostro comienzo a colocarme corrector de ojeras que ya se ha vuelto una costumbre. Aun estoy algo dormida cuando empujó sin querer un esmalte rojo que Nathalie dejó en mi casa hace unos días. 

— Mierda — me quejo viendo la gran mancha roja que este deja sobre el blanco piso del baño —  No, no...¿Cómo voy a limpiar esto? — me preguntó agachandome para recoger el envase pero entonces aquel rojo esmalte en mi mente me trae recuerdos y cierro los ojos, pero es aún peor. Puedo escuchar los golpes, crueles golpes y escalofriantes gemidos de puro agobiante dolor. La sangre y los llantos... — ¡No! — me quejo. El último sonido viene a mi como un siempre en un disparo que me hace despertar envuelta llantos y en sudor, pero esta vez es la puerta del baño que se ha abierto de pronto. 

— Buenos días — saluda la figura de mi mamá haciendo presencia en la pequeña habitación del baño — ¡Ups!. Tranquila con un poco de alcohol todo se arregla — murmura ella viendo a el suelo. 

— Buenos día — murmuró libre de mis pensamientos pero ahora molesta por aquel comentario porque todo en verdad se arreglaba con alcohol para ella. 

Levantó lo que queda del esmalte y lo tapo dejándolo sobre el lavamanos. 

— Hay tostadas sobre la mesa y la cafetera ya está encendida — me avisa mientras se comienza a desvestir. 

— Okey — digo solamente cerrando la puerta del baño tras de mí.

En media hora ya estoy despidiéndome de mamá y  lanzándole una negra y pasada tostada al perro manto negro de mi vecina que espera ansioso con sus dos patas sobre la serca de madera mientras yo camino a prisa para no perder el colectivo que a distancia frena por mí llevándome a la tan querida y anhelada civilización.

Ya veo como el amanecer desprende las primeras  luces del sol y por la ventanilla del colectivo Villa La Angostura se alza sobre mis ojos con sus bellas montañas y lagos que rodean mi hermoso pueblo de la provincia de Neuquén. 

Cuando bajo del colectivo el frío otoñal me invade al igual que los típicos murmullos de estudiantes estresados y llenos de nerviosismo sobre los pasillos de la universidad. Incluso puedo sentir mi propia mente ya siendo exprimida por la información que todos deberíamos recolectar para esta semana: "Semana de parciales". 

Siento como un nerviosismo recorre mi estómago haciéndome vibrar y no importa cuántos parciales ya tuviera encima, ese nerviosismo jamás se iría.

Es entonces que decido colocarme los auriculares dejando que la melodiosa voz de Chester Bennington le quite algo de tensión a mí caminar mientras me dirijo al aula. 

Cuando llego me recuesto sobre la pared a la espera de quien al levantar mi vista ya veo venir. Nathalie; esa chica rubia se encuentra perfecta como siempre y parece ser la única a quien no le afectan los parciales; de hecho nada nunca afecta el maquillaje y la elegancia de Nathalie.

SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora