Capítulo: 14 Sincera

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- Yo lo hago... - Agregó Cristian finalmente.

Mi boca cayó en una gran muestra de sorpresa. Pero no era del todo una sorpresa Cristián me decepcionaba una vez más. Ahora era él quien quería provocarme daño a intención. Creía que lo peor que me había pasado era Damián pero me había equivocado.

Mi mandíbula se cerró y lo mire llena de desprecio. Cristián se acercó con lentitud o al menos así era como yo lo veía.

- Cris... Cristian... - Balbucee su maldito nombre.

Aunque me daba miedo, lo miré a la cara. Me acordé de que, en determinado momento, deseé creerle y confiar en él, lo había mirado a los ojos, llorado en su pecho mientras él me decía que no volvería a hacerme daño otra vez y se me revolvieron las tripas. Nunca me había equivocado tanto respecto a una persona en más de una ocasión.

Cristián tiró de mí hacia él quedando junto a su pecho. Su mano apretó con fuerza la mía y por un desesperante momento, creí que me asesinaría en ese mismo momento. Sentí su aliento agitado junto a mi y su cuerpo, duro como una pared, contra mi pecho. Estaba tan estática que no me resistía.

La puerta delantera de las aulas se abrieron y la campaña sonó. Murmullos y pasos inundaron la habitación hasta hace solo unos segundos vacía.

Cristian sujeto mi cuello y sostuvo de mi rodeando sus manos por mis caderas y espalda.

Los alumnos de la universidad se retiraban mientras yo comenzaba a forcejear con el sujeto que quería asesinarme pero nadie podía notarlo. De seguro para ellos éramos una simple pareja abrazados y a punto de besarnos.

De pronto unas palabras captaron mi completa atención y tarde mucho en comprender que habían salido de los labios de Christian.

- Quieta niña. - Dijo con una voz notoriamente dulce y fingida.

¿Como podía ser capaz de fingir de esa manera, cuando en realidad el iba as a matarme?

Quise golpearlo pero no podía sacar una de mis manos de su férreo agarre. La respiración estaba contenida en mis pulmones y no salía palabra de mi boca. Respire con fuerza dispuesta a gritar en pedido de ayuda, pero sus labios se posaron en mi mejilla. Por un reflejo creí que me besaría.

«¡No te atrevas!» le grité mentalmente

- Créeme. Lo menos que deseas en este momento es que te bese. Así que liberarme de tener que hacer algo que me desagradaría y no se te ocurra gritar. - Amenazó.

El acuñó mi rostro en su pecho respirando bajamente. Lágrimas se acumulaban en mis ojos, mi pecho se encogió y apenas sentía el aire entrar en mis pulmones. Pero no me ofendí. El dolor en mi pecho iba más allá de la decepción.

El silencio volvió a llenar el lugar. Los alumnos y profesores se habían retirado. Apostaba que simplemente éramos Cristian, Damián y yo en ese lugar y para cuando el servicio de limpieza llegará a las aulas vacías. Hallarían solo mi cuerpo.

Cristian se apartó de mí. Lo miré arrepintiéndome inmediatamente porque su mirada no era para nada amistosa.

- Prefiero que me mates ahora mismo a tener que sentir tus asquerosos labios sobre los míos. - Dije finalmente y retuve con todas mis fuerzas las lágrimas.

SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora