Capítulo: 7 Confianza

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Despierto. En un sillón que no conozco junto a una mesa ratona y dos tazas de café. Recuerdo y me intento poner de pié, pero vuelvo a sentirme mareada. Todo gira estoy muy débil. Intento focalizar mi vista en algo quieto y entonces veo una figura, una espalda con ahora un buzo gris arremangado y manos, en una de ellas hay una tasa y en la otra una jarra de café.

Cierro los ojos respiro hondo, esta calido y huele a café recién hecho y mi estómago chilla. Cuando vuelvo a abrir mis ojos esa figura está de pie frente a la pequeña mesa.

— Despertaste — dice sorprendido — ¿Cómo te sientes?

— ¿Qué pasó? 

— Bueno, algunos le llaman estrés, pero yo le digo: la chica que no comió nada y se desmayó en mi departamento — explica dejando la jarra sobre la mesita y dos media lunas — Cuando donas sangre te dan algo así — explicó — Cómetelo. 

Me enderezó en mi lugar notando algo incómodo en mi vientre. Levantó mi blusa para encontrar una pequeña venda ahora donde antes tenía la herida.

— Yo creí...

— ¿Qué te drogaria o algo parecido?

Mis mejillas se enrojecen por la vergüenza, pero asiento con la cabeza.

— Come antes de que me arrepienta y le eche de mi departamento — ordena una vez más.

Yo le obedezco y comienzo a comer las medialunas. Endulzo el café y entonces él vuelve a hablar.

— Sabes apenas ellos noten que sigues viva, van a enviar a alguien más que cumpla con mi trabajo — explica.

— Lo sé, pero en verdad no se lo e dicho a nadie — confesé — Ellos deben saberlo.

— Lo saben y no les importa o al menos a alguien de ellos no — explica y lanza un suspiro — ¡Creo que vas a ser un gran dolor de cabeza para mi! — exclamó y yo me atore con el café.

— Eso qué significa

— ¿Qué parte de que no mato inocentes no te quedó clara? — preguntó con molestia.

Me quedo paralizada en mi lugar. Estoy confundida.

— Inocente ¿Cómo supiste que yo lo era?

Scott sonrió y sus ojos color pardo parecieron brillar.

— Porque te puse a prueba — confesó y recostó su espalda en el sillón tras el— Tu reacción ante lo de hoy y tú confección parecen sinceras — terminó

— Porque lo son — refute enfadada por haberme hecho pasar por todo aquello — Imbécil — murmuré.

— Así no da mucho gusto salvarte el trasero sabes — refuto.

— En mi defensa, no te lo eh pedido. Tu te ofreciste, chico bueno  

— Debí pensarlo mejor — explicó — Y no soy un chico bueno — dijo como si la palabra misma lo hubiera ofendido — Y seria lindo un gracias — término.

— ¿Algo más?.

— Podrías dejar de estar tan a la defensiva.

— No. Eso es justo lo que me a mantenido viva hasta ahora — reproche mientras lo miraba fijamente — ¿Tienes familia? ¿amigos?, ¿algún gato quizás? — pregunto fingiendo buscar algún gato con mi mirada.

SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora