31: Enfrentando la realidad

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ENFRENTANDO LA REALIDAD.



Mi alarma retumbó en toda la habitación. Me levanté a regañadientes y busqué desesperada el aparato para apagarlo de una jodida vez. Revisé cajones, entre las sábanas, por el suelo, pero no lo encontraba. ¡¿Dónde mierda metí ese aparato del demonio?!

Grité de frustración y me volteé. Jonathan estaba parado junto a la puerta con una sonrisa burlona. Lo fulminé con la mirada y me tapé los oídos. Ese jodido sonido me tenía hasta por las tetas. Jonathan se acercó y pude notar mi alarma en su mano. ¡Será idiota! Corrí hasta él y le arrebaté el aparato, lo apagué y lo lancé lejos de mi vista.

—¿Qué hacías con mi alarma? —gruñí furiosa.

—Venganza —sonrió— Tenemos que hablar Cait —agregó serio.

—Jonathan, no hay nada más que amistad entre Ethan y yo, ¿vale? —dije con fastidio— Ya calma tus celos, Dios.

—¿Me juras que no hay nada entre ustedes dos? —levantó una ceja.

—¡Lo juro! —me quejé.

—Bien —asintió y se marchó.

Caminé hasta el baño y me di una ducha caliente, salí y me enredé en una toalla. Fui en busca de una ropa adecuada para mi humor y encontré la prenda perfecta, consistía en una blusa negra que decía en letras rosadas: No me molesten, no estoy de humor, un pantalón corto blanco y para el toque final mis vans rosadas. Me vestí y me quedé observando en el espejo, aún sigo pareciendo un zombie. Me coloqué un poco de máscara, rimel y para varias labial rosado. Sonreí ante mi relflejo, siempre me gustó como me queda el labial rosado.

Cogí mi bolso que estaba tirado en el suelo y bajé las escaleras de dos en dos. Ángela se encontraba preparando mi desayuno mientras tarareaba una canción que no logré reconocer.

—Buenos días Ángela —saludé sonriente.

Ángela observó mi blusa y soltó una risita.

—Buenos días Cait —me tendió mi desayuno y me senté en la mesa.

Mi desayuno consistía en huevos revueltos con tocino y un zumo de naranja. Sin duda alguna amo los huevos revueltos. Me deleité con el desayuno especial que me preparó mi querida nana y luego de despedirme salí de casa.

Allí estaba Ethan, acostado en el pasto observando el cielo.

—Hola Ethan —reí.

Al parecer estaba sumido en sus pensamientos, ya que, cuando le saludé saltó y se pusó de pie del susto.

—Hola —canturreó— Me gusta tu blusa.

—Lo sé —le guiñé un ojo.

Caminamos hasta el colegio sin hablar demasiado, pero de igual forma bromeamos, nos burlamos de personas, lo normal. Una vez dentro del Anglo nos paramos en seco. Una maestra estaba hablando en los altavoces: "Alumnos, presentarse en la sala de actos inmediatamente." Ethan y yo fruncimos el ceño y nos dirigimos al lugar recién nombrado. Nunca se trata de algo bueno cuando llaman a todos los estudiantes en la sala de actos, nunca.

Entramos en la sala y nos encontramos con una multitud de estudiantes empujándose para tomar asiento en algún sitio. En el gran escenario con el que contaba esta sala se encontraban todas las maestras sentadas y una señora de pie con un micrófono, ¿Quién es ella?

Jugando a quererte {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora