XXXI

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Dos semanas y por fin llegó el doctor para darme de alta mis ojos disparaban chispas de felicidad por separarme de la incómoda cama por un gran tiempo. Mi padre y Noah se encontraban en la recepción mientras yo recibía los medicamentos para tomar durante la semana, me inyectaron el calmante y ya estaba vestida para irme del fastidioso hospital. Acomodé mis shorts de jean y mi remera suelta rosa pálido y puse mis sandalias marrones para terminar. Até mi cabello en una coleta y empecé a sentir los efectos de la droga que me inyectaron para el dolor incesante de mi cuerpo. 

—Cuídate mucho, Bella— me dijo el doctor y yo le asentí mientras le daba las gracias por haberme recuperado gracias a él. Sonreí por última vez y casi no podía estar de pie por lo tanto ordenaron una silla de ruedas para transportarme al auto que me llevaría a mi casa.

El doctor me llevaba a recepción y pude ver a Noah levantarse de su silla y sonreírme con esa perlada y brillante sonrisa. Mis mejillas se encendieron mientras miraba hacia el suelo

— ¿Y papá? — Pregunté mientras me fijaba por todo el lugar

—Tuvo que salir pequeña— dijo mientras acariciaba mi cabello recién lavado y secado. Durante las dos semanas estuvo cariñoso de la misma manera que ahora y déjenme decir que me estoy acostumbrando a ver sus ojos, su sonrisa brillante y esos hoyuelos de sus mejillas. Y debo admitir que estaba más que enamorada de este chico. 

— ¿Sabes a dónde? — pregunté esperando la respuesta que no llegaba.

—A traer tus cosas— miró hacia la ventana donde los paparazzi estaban sentados esperando noticias mías, seguramente. Levanté mi cabeza abruptamente para tratar de averiguar que estaba diciendo. 

— ¿Mis cosas…?— dije atónita— Pero ¿Para qué? —

—Vendrás a vivir conmigo Bella— dijo como si fuera la cosa más normal del mundo.

Oh Dios, esto traería bastantes problemas para mí y para todos. ¿Irme a vivir junto a él? ¿En que estaba pensando? No podría, aunque por más que resultara tentador verle todos los días en la mañana recién levantado y ver que hace toda la hora… Sueno como una psicópata 

—No, Noah. No iré— miré a ver su expresión que se ensombrecía con las palabras que dije, pero tengo razón sería todo un caos. 

—Vendrás conmigo y punto— protestó— No puedo dejarte en esa casa y ver al siguiente día moretones y cortes en tu rostro Bella— lo miré es que él…— Si me doy cuenta

Leyó mis pensamientos y miré al suelo sintiendo como mis ojos ardían por las lágrimas— No puedo hacerlo… no es que no quiera. Pero respeto tu relación con Halston, Noah. No puedo meterme a tu casa Noah, pensaran cualquier cosa de mí. 

Él se arrodilló en el suelo para quedar a mi altura en la silla de ruedas y tomó mi mentón para que lo mirara. Su aliento mentolado chocaba con el mío haciendo que sienta una suave corriente —No puedo dejarte, mucho menos ahora. Yo y mi relación con Halston está muy jodida y no creo que regresemos. Tu padre apoya esta propuesta de irte conmigo, él tiene miedo de dejarte con Halston a solas, por esa razón vendrás conmigo.

Cuando quise protestar el médico regresó con mi certificado más otra bolsa de medicamentos. Noah firmó papeles y cuando terminó se despidió con un apretón de manos. Me despedí nuevamente del doctor y Noah salió con la silla de ruedas hasta la entrada

—Lo siento señor— habló una enfermera joven— Pero no puede salir con la silla— pestañó repetidas veces y levanté una ceja ¿Quién es esta ramera?

—Tome su silla— dije mientras me levantaba torpemente y se la daba con un poco más de fuerza de los necesario— Ahora si se puede ir nos haría un gran favor— rugí y ella se fue, a los segundos reaccioné, estoy perdiendo la cabeza definitivamente. 

— ¿Celosa? — dijo mientras me sostenía de la cintura y me sonreía estúpidamente. Le di una mirada glacial y sentía que no podría estar de pie tanto tiempo. Él se dio cuenta y me cargó como una pareja de recién casados.

—Noah peso mucho— dije quejándome— Bájame

— ¿Hablas enserio? Pesas menos que Halston— dijo y me dio un beso en la mejilla.

Me bajó por unos instantes y me puso su sweater negro que tenía su adictivo perfume varonil que me llegaba unos diez dedos debajo de mi ombligo y sus lentes negros. Me cargó de nuevo y abrió las puertas para que todos los paparazzi se pararan y empezaran a sacar fotos mientras hacían preguntas de todo tipo. Me escondí en el cuello de Noah para que los flashes no me marearan y sentí como él se estremecía suave.

— ¡Bella!— dijo Alex mientras se abría paso— Dejen pasar— abrió la puerta del auto de Noah y me senté en el asiento mientras Noah ponía mi cinturón de seguridad y cerraba mi puerta.

Y al segundo él entró al auto para dirigirnos a su casa que sería… mi hogar temporal.

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Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora