XLI

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Pasó un mes para ser exactos y la relación que mantenía con Noah estaba pasando de ser amigos a algo más pero sin ser confirmado nada. Las fans de Noah tenían buena relación conmigo y si me cruzaba con alguna automáticamente pedían fotos a las cuales no me negué nunca. Hoy era dos de septiembre y faltaban cuatros días para mi cumpleaños, Noah estaba más que emocionado con ese tema ya que cumpliría dieciocho años. 

Los ensayos de baile habían finalizado y hoy es la actuación en el teatro municipal de Los Ángeles donde me encontraba ahora viviendo con Noah, los nervios me impedían comer y hasta a veces respirar ¿Me caería? ¿Me olvidaría la coreografía? Las preguntas me atormentaban a cada rato y tendría que estar en el teatro en dos horas, a las seis de la tarde, para que me acomode en mi camarín, me vista y me arregle. A las diez de la noche empezaba la función ya tenía mis trajes en mi bolso grande, mis zapatillas de baile, mi maquillaje, gel de cabello, pinzas y vendas para mis dedos. Estaba repasando la coreografía mentalmente cuando sonó mi celular con un sonido estridente. Era Noah.

— ¿Pequeña? — Sonreí automáticamente cuando me llamó por el apodo que me puso desde hace unas semanas atrás

—Soy yo— dije mordiéndome el labio inferior, los nervios los tenía con él aunque hablara por un teléfono 

—No podré llevarte al teatro, pero llegaré a las diez para verte ¿Podrías ir en un taxi? — me preguntó con voz nerviosa, Halston solía hacerle una escena cada vez que no cumplían con sus caprichos. 

—No tengo ningún problema en ir en taxi— le hablé preparando mis últimas cosas, la ropa que me pondría luego de la función y mis perfumes— Termina lo que tienes que hacer y si tienes tiempo llega al teatro. 

—Está bien, iré con algunas personas para que me hagan compañía— rió— Te quiero muchísimo pequeña 

—Y yo a ti, Crawford— dije serena— Cuídate mucho y sonríe ¿Si? 

—Te lo prometo—

La llamada terminó y me tiré a mi cama mientras daba un suspiro de alegría interna, vi la hora y faltaban una hora y veinte minutos. Di un grito al haberme tardado tanto y bajé con mis bolsos y porta trajes negro y salí cuando cerré la puerta y apagué las luces. Los camarógrafos estaban fuera invadiéndome nuevamente. 

—Hola chicos— saludé como siempre mientras les sonreía— Lamento no poder contestar sus preguntas, pero ahora tengo que irme

Levanté mi mano en señal para que parara un taxi y afortunadamente este paró en frente mío, subí y el olor a gel de cabello, perfume fuerte y cigarrillo rancio me invadió. Saludé por el vidrio a los camarógrafos y el taxi se dirigió a mi destino. El teatro.

Le pagué con veinte dólares y bajé para subir las escaleras que estaban llenas de fans, mías o eso creía. Gritaban mi nombre desesperadamente y les tiré un beso al aire. 

— ¿Verán la función? — les pregunté

—No tengo dinero para esa entrada— dijo una niña aproximadamente de once años o doce. Le sonreí y saqué de mi bolso delantero una entrada en primera fila que había reservado para Halston y mi “familia”.

La niña me abrazó y empezó a llorar mientras me daba las gracias. Repartí las entradas y me despedí de ellos. Entré prácticamente corriendo y pude ver el enorme teatro que tenía en frente, tenía butacas rojas con destellos dorados y el telón del enorme teatro estaba cerrado.

Sonreí y mis ojos se cristalizaron de la emoción. Saludé a Marta quien me llevó al camarín para que me vistiera y hagamos una prueba. Entré y me quedé impactada, los suelos eran de madera oscura y tenía perchas para colgar mi ropa. Había un espejo con luces a los costados y una elegante silla que estaba al frente, había baño separado y un servicio a mi derecha que contenía cosas dulces y saladas. Agua, jugos naturales y gaseosas en poca cantidad.

Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora