XXXIV

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Pasaron tres horas y Noah no volvía, no tuve ni un día en esta mansión y metí la pata. Por lo tanto llamé a Marta para fijar los días de los ensayos y en los tres tonos contestó

—Mi niña— dijo sorprendida— ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? ¿Tus pies? — Reí por lo alterada que se encontraba

—Estoy bien Marta, solo llamaba por los ensayos o ya…— mi garganta se cerró al pensar que me habían reemplazado, me romí los pies para conseguir ese papel.

—Claro que no, solo retrasamos la obra, pero el papel es tuyo cariño— 

—Gracias por todo Marta— le agradecí— ¿Cómo haremos con la coreografía y vestuario?

—Te dejé la rutina en un mensaje del correo solo apréndela y arreglamos errores— dijo mientras sentía que tecleaba su computadora— Tendrás que venir a los ensayos el lunes a las nueve de la mañana hasta la una de la tarde ¿Está bien? —

—Claro que sí. Ya mismo entrenaré. Te quiero— me despedí de ella y fui prácticamente cojeando-corriendo a mi nueva habitación y con el control remoto abrí para empezar a estrenar algunas mayas de entrenamiento.

Observé cada una y de lo indecisa que estaba tomé una negra como musculosa y antes puse las medias transparentes blancas y por último la falda ligera negra.

Abrí el armario de zapatillas de punta y con los ojos brillosos de la alegría tomé las zapatillas negras, puse un listón en mi cabello para hacer un moño y salí al salón enorme. Abrí las ventanas y dejé que el aire corriera dentro y empecé a calentar.

Estiramientos y las posiciones en barra, estiré cada uno de mis músculos esperando media hora para empezar a bailar. 

En el reproductor puse “el lago de los cisnes” y empecé a practicar la coreografía varias veces para que quedara en mi memoria. Empecé de puntas de pie mientras movía mis brazos al compás de la música, mis pies dolían como nunca pero había que aguantar, luego empezaron los giros y las vueltas a gran velocidad pero ya sabía controlarlo por lo tanto no me mareaba como antes, seguí bailando y girando al ritmo de la música mientras volvía a empezar de nuevo como unas cinco veces la misma canción por lo tanto pasó como unas dos horas.

Mi espalda me dolía al igual que mis pies y estaba bañada en transpiración y seguía bailando hasta que sentí un sonido de un celular y grité del susto, miré hacia la puerta y pude ver a Noah que estaba parado mirándome fijamente y apagué el reproductor de la música. Y me ruboricé por completo.

— ¿Sabes que no deberías estar bailando? — me dijo serio pero con una sonrisa asomando sus perfectos labios y miré mis piernas que temblaban del cansancio y sin más me largue al piso, entró corriendo y se arrodilló al costado mío mientras sacaba mis zapatillas y vio mis amorrionado pies.

Me ruboricé y el empezó a masajear cada uno. Cerré los ojos por lo bien que se sentía 

—Desde… ¿Desde qué hora estas aquí? — Pregunté abriendo los ojos lentamente— 

—Desde hace una hora— masajeó en el empeine de mi pie y gemí. Oh Dios, salió natural. Él no dijo nada solo sus ojos se oscurecieron pero no dijo ni una palabra

—Y porque no me llamaste— dije algo cohibida

—Me quedé viéndote, Bella, bailas sensacional— me sonrió y no pude evitar sonrojarme de nuevo.

Se levantó pero yo hice un estúpido intento de imitarle, no podía ni siquiera pararme por lo tanto él me cargó en sus brazos 

— ¡Noah! — grité chillando cuando bajaba las escaleras.

—Ahora entra a darte una ducha y sal que prepararé algo para comer ¿Sí? — me dijo cuándo me dejó en la puerta de mi habitación.

Solo asentí y me quedé estática cuando dio un beso en la comisura de mis labios. Y cuando salió y se alejó un poco cerré mis párpados y di un pequeño grito de emoción cargada.

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Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora