Cap 8

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Cada vez que el estaba cerca me pasaban cosas que no lograba explicarme, me perdía en sus ojos color miel, había una intensidad en éstos, tenían un imán que me atraía y me invitaba a perderme en elllos, emanaban deseo, fuego. Después del beso pude notar como se habían tornado de un color mas oscuro. No podía negarme mas esto, él me gustaba, me encantaba, pero tenía miedo, miedo de confiar, amar y volver a salir lastimada. Me estaba ilusionando pero, no quería levantar mis alas rotas al cielo, cuando ni siquiera estaba segura si éste estaría despejado para alzar vuelo.

El viernes llegué a aquel lugar retirado de la universidad mas temprano que el día anterior, estaba segura que el todavía no estaba ahí no se escuchaba nada, me sentía estúpida tratando de coincidir con él con la esperanza de volver a probar sus labios. Efectivamente a los pocos minutos Chris llegó y me invitó a su santuario. Él tocaba su guitarra y yo lo miraba embobada, ésta vez fuí yo quien lo beso y por su parte no hubo resistencia. Sabía que estaba mal lo que hacía pero me importaba un carajo el mundo mientras estaba así, disfrutando de sus labios.

El fin de semana había llegado y Loren pasaría por mi para ir al bar, había hablado con Claudio y éste le dijo que tenía planes con Chris de ir a amenizar a un restaurante, por lo cual no teníamos problemas de que el se la encontrase en el bar de Berenice, su madre. Por mi no había problemas siempre entraba por la puerta trasera y nunca estaba entre la gente asistente, luego del show nos marchábamos, a menos que quisiéramos divertirnos un rato.


El momento de mi presentación había llegado, se escuchaban silbidos y piropos de albañiles por todos lados mezclados con la música, la tenue luz bastaba para ver y sentir el sensual ambiente.


Pude ver a Berenice acercársele a Loren y hablarle en el oído, ésta se levantó y se dirigió hacia atrás pasando la puerta de sólo personal autorizado, donde estaba mi camerino. ¿Qué estaba pasando? Visualicé en la puerta de la entrada del lugar dos hombres entrando, no podía ver bien por estar en constante movimiento, para cuando pude distinguir quiénes eran mi corazón latía apresuradamente, esto no me podía estar pasando a mi, las cosas se me estaban complicando de un momento a otro. Claudio y Chris se sentaron en lo asientos de al frente del pequeño escenario, estaba arrítmica como si corría una maratón. Christopher traía su guitarra enfundada consigo, se suponía que debía estar tocando en un restaurante; no ahí frente a mi que me movía de un lado a otro, hacia arriba y hacia abajo haciendo práctica de mis mejores y mas sensuales movimientos, no ahí frente a Candy.

Mi presentación terminó dando paso a la oscuridad. Corrí rápido hacia mi camerino, necesitaba que me explicaran que hacían ellos ahí. Llegué agitada, sudando frío y temblando, recosté mi espalda en la puerta tratando de que esa sensación pasara, esa maldita intensa mirada de Chris me provocaba cosas inexplicables que ni aún así ni reconociéndome dejaba de verme de esa manera que quemaba. ¿o acaso se daría cuenta quien soy? No eso no podía estar pasando.

Abrí la puerta  y entré. —¡Dulce! Claudio y Chris están aquí, gracias a Dios Berenice me avisó y pude salir a tiempo, si no la hubiera regado. —dijo mi amiga hablando apresurada y nerviosa— Dime que no pasó nada.

—no, terminé la presentación y corri hasta acá. Pero que hacen aquí se supone que deberían estar donde sea, en el mismo infierno, pero no aquí. —dije tomando asiento frente a mi espejo.

–le cancelaron la presentación, parece que ya contaban con alguien reconocido y a última hora lo rechazaron. Desgraciados primero te ilusionan y después te mandan a la mierda, entonces Claudio tuvo la brillante idea de traerlo para acá a tocar. —dijo Loren poniendo su quijada en mi hombro viéndome por el espejo.

—pobre de Chris, pero bueno no me termina de pasar el susto que me dieron, osea te juro que se me congeló la sangre, estuve a punto de hacer el ridículo quedándome pasmada como pendeja, pero recordé que no podían reconocerme.

Empezamos a reír escandalosamente, en los momentos mas serios de la vida no podíamos evitar reír, de puros nervios, es la maldición con la que nos tocaba vivir. Tocaron la puerta y nos asustamos. —niñas ¿puedo pasar? —era Berenice.

—pasa Bere, por favor. —pedí con dulzura.

—disculpa el inconveniente Dulce, pero no podía negarme. El único problema era que mi hijo viera a su novia, por eso le avisé, estuviste genial como siempre. —dijo Bere con una sonrisa.

—no te preocupes, yo entiendo eso no es algo que podamos evitar, no está a nuestro alcance, es uno de los riesgos que decidí tomar cuando acepté esto. —dije comprensiva tomándole le mano.

—hay algo más que quiero decirte —dijo seria —ese niño Christopher, me preguntó por ti. Parecía demasiado interesado.

—¡no me jodan! Será que se dió cuenta —gritó Loren poniéndose de pié de donde estaba sentada.

—No, cállate, no pudo darse cuenta, no esto no puede ser. —dije levantándome dando vueltas desesperada.

—no, niña cálmate, cálmense las dos que parecen leones enjaulados. —dijo Bere tomándonos de las manos sentándonos una a cada lado.

—el dijo que ¿por qué tapabas tú rostro? Que eras espectacular y bella. Me dijo que te lo dijera que esta noche habías ganado un fiel admirador más.

—¡será pendejo! —dijo Loren levantándose asustándonos a Bere y a mi que la mirábamos expectantes. — Es un maldito mujeriego Dulce, a la primera tipa que ve le tira los perros. Mientras a ti en la universidad te pasa besuqueando.

Me quería morir de vergüenza con Bere, estaba ahí escuchando las quejas e insultos de Lorena. —cálmate loca, por favor. Pues si no soy ninguna tipa, Candy es Dulce. Soy yo, a demás no es mi novio, no es como que tenga que serme fiel. Que se saboree a cuánta tipa quiera. —dije poniéndome de pié, para terminar de transformarme.

—no tiene cara de ser un mujeriego, se ve que es un buen chico. Me siento mas joven estando en el medio de discusiones juveniles —dijo Bere riéndose y cruzando las piernas. Todas reímos ante su comentario. —de verdad están exagerando, pero de que le gustó Candy, le gustó. —añadió.

—ya cálmense las dos, que me ponen mas nerviosa de lo que debería estar.


Esa noche no lograba conciliar el sueño. ¿por qué se había interesado en preguntar por Candy? ¿A caso era así siempre, dónde iba andaba hechando el ojo a mujeres bellas? ¿qué era yo para él, sentiría lo mismo que sentía yo? ¿por qué había sentido esa sensación de fuego en su mirada como el día que lo conocí? Mi cabeza era un lío, no tenía nada claro. Lo que si sabía es que el deseo que sentía hacia el no disminuía, se acrecentaba cada vez más casi como el fuego en su mirada cuándo se paseaba por mi cuerpo.




Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora