Cap 33

918 78 42
                                    

—¿Te prostituyes? —sabía que íbamos a hablar de esto, pero no me esperaba que fuera tan directo.

—¿Qué? No papá. No, no es así. No se que te dijeron pero créeme, no soy una prostituta.

—te daré la oportunidad de hablar y explicarnos. No quiero hacerme ideas y menos hablar cosas que no quiero.

—solo doy un show en un bar, eso es todo. —tenía miedo de seguir hablando bajé mi vista hacia el suelo y suspiré.

—¿Show de qué, amor? Habla explícanos.

—de table dance. —sentía la vergüenza recorriendo mi cuerpo entero, quería que la tierra me tragara, era más incómodo que hablar de mi sexualidad con mamá.

—¡una teibolera! Blanca, ¿estás oyendo? Nuestra hija es una teibolera. —mi padre llevó sus manos al rostro pasándolas desesperado por este. Mi mamá acariciaba su rodilla y mi miraba dándome aliento a seguir hablando.

—solo bailo papá, no hay contacto físico ni monetario con nadie. Nunca, solo lo hago porque me gusta, es lo que amo. Desde que llegué aquí aprendí a hacerlo, ustedes saben perfectamente como me afectó la traición de aquellos dos, solo era una manera de sacar todo lo que llevaba dentro. Me aliviaba, me olvidaba de todo a mi alrededor. Me ofrecieron un trabajo y lo acepté, con muchas condiciones por en medio.

—¿Quién te ofreció ese trabajo? Ya sé, ya me imagino algún viejo rabo verde, ¡me vas a decir quien es para romperle la cara! —tu no le vas a romper la cara a nadie Fernando, acuérdate lo que hablamos. —mi mamá lo interrumpió,  y me permitió continuar.

—mi jefa se llama Berenice, es una mujer, una señora que todo este tiempo conociéndola solo me ha apoyado. Es buena persona, no es una prostituta. Solo una mujer madre soltera que ha aprendido a salir adelante.

—no todo es malo papá, yo no soy mala, no soy el hijo que siempre deseaste pero esta soy yo, así soy, con gustos extraños pero tu hija. Al fin de cuentas tu hija.

—¿por qué dices eso? Yo te quiero seas hombre o no.

—los escuché un día papá, no sabía por qué eras tan estricto conmigo y los espiaba para saber que te hacía ser así, era una niña que solo necesitaba el afecto de su padre. —no pude mas y rompí en llanto, recordando mi infancia sola y cuanto deseaba el amor de mi papá.

—mi amor. —dijo mi mamá sentándose a mi lado y abrazándome, consolando mi dolor, mi padre no hablaba. — tu, papá te ama, yo te amo. Eres nuestra princesa, ¿cómo no te vamos a amar?

—papá decía que quién iba a ser su sucesor en los negocios, toda la vida la empresa estuvo antes que yo. Al tratar de quedar embarazada de nuevo y se dieron cuenta que no podías papá se lamentaba por el varón que nunca llegaría. ¿Si tienes idea lo que fue para mi desde ese momento tratar de ser la mejor representación de un hijo para ti? ¡tenía siete años! Y toda mi vida me entregué por completo a lo que querías. —hablaba descontrolada y la expresión de mi papá era de confusión, talvez no tenía nada que decir, solo tragarse las palabras que le lanzaba con resentimiento, no odio yo lo amaba demasiado.

—definitivamente he sido el peor padre del mundo. Te reprimí tanto, pequeña. Solo me queda pedirte perdón, no eras tu la que tenía que buscar la manera de ser aceptada, era mi deber amarte y aceptarte como seas. —mi llanto salía desgarrado mientras los brazos de mi padre me rodeaban y me apapachaban como nunca lo habían hecho— casi te pierdo y eso me ha abierto los ojos, he sido un maldito machista. No supe apreciar que la vida me bendijo con dos princesas. Perdóname amor, perdóname.

—te quiero tanto, los quiero tanto. —dije invitando a mi mamá a unirse al abrazo— no me separen de Chris por favor, papá no me mandes lejos de él.

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora