Cap 32

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Un sonido con un ritmo constante se escuchaba a lo lejos, mis ojos pesaban, quería abrirlos pero no podía. Un pitido agudo se instaló en mi tímpano impidiéndome escuchar algo con claridad, me sentía débil y adolorida.

Lentamente y a como pude abrí mis ojos, al instante la luz que había en la habitación me cegó y mis párpados volvieron a cerrarse. —hija. —la voz de mi madre tenía un tono de voz preocupado. Sentí sus labios sobre mi frente y su mano sostenía la mía fuertemente, sus dedos helados me transmitían tristeza. Hablaba, pero no comprendía sus palabras. No entendía que pasaba.

Poco a poco los recuerdos invadían mi mente y un dolor agonizante punzaba en mi corazón. Abrí los ojos de golpe y de nuevo los colores extremadamente blancos entraron por mi retina causándome dolor nuevamente. No me importaba nada, solo necesitaba saber cómo estaba. Christopher mi amor bonito, ¿Dónde estaba?

—Hija, despertaste. Gracias Dios mío. —pude visualizar la silueta de mi padre entrar a la habitación y la de el doctor revisando mi estado.

—¡Christopher! ¿Dónde está? ¡¿Cómo está?!

—necesitas tranquilizarte. Hija por favor, mantén la calma.

—mamá, me pides imposibles ¿Cómo está? Doctor usted sabe, necesito saber que está bien. —mi llanto se intensificaba y tiraba de la ropa del doctor suplicando que me dijeran algo.

—necesitas tranquilizarte o me temo que tendré que tranquilizarte yo. Calma, todo estará bien.

Sus palabras me reventaban ¿Cómo pedían que me tranquilizara cuando no sabía nada de mí novio? Murmullos se escuchaban fuera de la habitación, todo era un relajo. Lloraban en silencio y las lágrimas quemaban al pasar por mis rasguños en el rostro, no podía permitir que me pusieran a dormir cuando debía averiguar que pasaba con Chris.

—Doctor ya está tranquila, ¿podría permitirnos estar a solas con ella? Necesitamos hablar con nuestra hija. —mamá intervenía y el doctor asentía y salía de la habitación.

—no quiero reclamos ahora, no quiero sus sermones solo necesito saber cómo está él. —el dolor de pensar que le pudo as haber pasado algo grave me carcomía el alma.

—claro que no, eso lo dejaremos para cuando estés bien. Ahora lo importante es que te recuperes y agradecer a Dios porque te mantuvo a salvo. —escuchar a mi papá decir eso me tranquilizaba un poco.

Mi mamá lloraba a mi lado y me acariciaba como si la vida dependiera de ello. —Chiquita ¿qué fuera de mi si no estuvieras? Te amo tanto hija.

—yo también te amo mamá. Perdóname.

Y sin quererlo el llanto y la preocupación ya recorrían mi cuerpo y mi alma. Todo había salido mal, nuestros planes se habían ido a la basura. Nuestro impulso por buscar nuestra propia felicidad se vio opacada por un loco en la carretera, arrebatándonos nuestro anhelo.

—¿Quién es él? ¿Quién es Christopher? —la voz de mi papá me regresó a la tierra.

—mi novio, el amor de mi vida. La persona a la que quiero conmigo siempre y que ahora no sé si lo perdí. —lloraba y mi mamá me rodeaba con su brazos dándome el calor de madre que tanto necesitaba.

No podía moverme de la camilla, un yeso cubría mi pie derecho y los raspones en mis brazos dolían. Las caricias de mi mamá me hacían sentirme un poco mejor me daban un poco de tranquilidad.

—¿Qué pensaban hacer? ¿Escapaban de mi? —mi padre caminaba por la habitación y eso me ponía nerviosa. No podía seguir ocultando mis sentimientos o pensamientos, asentí moviendo mi cabeza y viéndolo a los ojos.

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora