La alarma del móvil sonaba bajo la almohada de una manera realmente molesta. Alargué el brazo y sin abrir los ojos siquiera, apreté de forma aleatoria la pantalla y la musiquita cesó. <<Cinco minutitos más y me levanto>>.
La alarma volvió a sonar y esta vez, aunque de mala gana, abrí un ojo para ver qué hora era.
<< 07:28 >>.
Joder, ya eran las siete y media.
Volví a cerrar los ojos y a dejé caer la cabeza en la almohada.
Suspiré. No podía demorarme más.
Con una fuerza de voluntad salida del "no quiero pero debo", me destapé y salí de la cama. Como todas las mañanas, lo primero que hice fue ir al baño a mear, después me miré en el espejo. <<¡Santo Dios inexistente, qué cara!>>.
Realmente mi cara daba pena. Salí del baño y volví a mi habitación, procurando hacer el menor ruido posible, aunque tratandose de mi, era imposible. Hice la cama, como todas las mañanas y después rebusqué algo en mi armario para ponerme. No era precisamente dificil. Siempre visto de negro; pero no soy gótico, ni heavy, ni rockero, ni emo (aunque siempre me esté quejando) ni nada de nada. Tan solo soy yo. Por eso, unos jeans negros, una camiseta carmesí con una camisa negra de manga corta por encima y las botas militares eran suficiente para mi.
Me dirigí a la cocina, ahora sí tratando de no hacer nada de ruido, porque mis padres estaban durmiendo y me preparé mi común café con leche y tres cucharaditas de azúcar, como siempre. Me lo bebí y de paso me tomé las pastillas. Dos pastillas para la alergía, una para los problemas de corazón, otra para las migrañas. <<Si señor, drogata anónimo>> pensé con ironía.
Como odiaba las pastillas.
Volví al baño; ya era hora de hacer algo con mi cara. Por suerte, después del café mi aspecto mejoraba bastante. Se podría decir que ahora era persona. Cogí un peine e intenté peinar mi rojiza melena. Los reflejos que sacaban las bombillas del espejo hacían parecer que mi pelo estaba en llamas ensangrentadas. Me lavé la cara y me observé.
Mi tez morena y mi pelo me hacían destacar entre todos mis amigos. Debido a eso y a mi apellido, algunos me llamaban Gato Negro. Tenía un cuerpo atlético y musculoso, a pesar de que no daba un palo al agua. Como era alto y grande, solía intimidar a la gente. Vamos, mis pintas en general no daban muy buena impresión a primera vista y eso muchas veces me acarreaba problemas. Además, mis enormes ojos negros como el ala de un cuervo tampoco ayudaban a darme mejor imagen. Detestaba mi apariencia. Iba totalmente en contra de mi verdadera personalidad. Sin embargo, no podia hacer nada para cambiarla, asi que intentaba ser lo menos intimidante posible con la gente.
Suspiré. Que asco daban las secuelas de una mala infancia.
Terminé el tinglado, cogí las llaves, los cascos, el móvil, las gafas y el tabaco y me fui sin reparos.
Al salir de casa me recibió una agradable mañana, los pájaros cantaban, apenas había gente en la calle y una fresca brisa se colaba en mi alma. Sonreí.
-Vaya, vaya, que buen humor traes para ser lunes Arimas -una voz femenina me cortó todo el rollo- y encima el primer día de clase.
-Llegas temprano Andry. ¿No quedamos dónde el parque de tu casa?
-Si bueno, es que no he podido dormir muy bien. Y conociendote sabía que llegarías tarde asi que he venido a recogerte.
-Ya claro, que "amable" -dije poniendo infasis en amable. -Bueno vamonos.
Andrea de la Cruz podría decirse que era una muy buena amiga. La conocí en unas clases de apoyo hará unos dos años. Al principio me caía mal, la veia muy idiota y yo, yo me pateaba las clases leyendo libros o mangas en vez de estudiar. Pero un dia se me acercó y empezamos a hablar de anime, y de ahí surgió una extraña amistad (que también me trajo unos cuantos problemas). Andry era alta en comparación a las demás chicas. Muy delgaducha y con el pelo negro y ondulado. Sin embargo, si algo me enamoraba de Andry, eran sus ojos, de un verde pálido y profundo como los helechos de un arroyo. Era muy abierta y casi siempre intentaba sacarme conversación.
-¿En qué piensas? -me pregunta de pronto.
-En tus hermosos ojos, preciosa -respondí con voz profunda a la vez que le guiñaba un ojo.
-¡Arimas Neko si lo que quieres es pasar una noche de locura y placer conmigo te advierto que te lo tendrás que currar más!
-Oh, ¿lo que oigo es un reto? -la miré con picardía.
Acto seguido nos echamos a reír como dos idiotas en medio de la calle. La poca gente que pasaba nos miraba con reprobación, pero a mi me daba bastante igual.
Sin duda, una de las razones por las que me llevo tan bien con Andry es que con ella puedo comportarme normal, como amigos, no como un chico y una chica y todo lo que eso conlleva.
Seguimos charlando sobre tonterías y sobre lo que hicimos en verano hasta que llegamos al instituto.
Me paré un momento a observarlo. <<Tan horrendo como siempre>> pensé con disgusto.
La fachada de la entrada era azul y por dentro las paredes estaban pintadas de diversos colores: amarillo, verde, celeste, naranja ...
Más horrendo imposible.
Y sin embargo, sonreí.
El edificio era horrible, sí, pero dentro guardaba miles de historias de los mejores años de mi vida. Todas las aventuras que viví con mis amigos, todas las estupideces, gritos, regañinas de las profesores, peleas...
Y de nuevo; un año más me aguardaba. Me pregunté si éste año algo iba a cambiar. Si encontraría el sentido de mi vida de una vez, o tendría que conformarme con ser un año más un alma errante en busca de su destino.
Quién me iba a decir que la persona que pondría patas arriba mi vida, la persona que tenía la respuesta a la pregunta que me hacia todos los días, estaba justo detrás de mi.
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