11. Confesiones Azules

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Realmente no entendía por qué Carter habia salido corriendo de esa manera en el recreo del viernes. Total, solo habia sido un beso ¿no? Él me lo dio primero además.

Di unas cuantas vueltas en la cama mientras abrazaba a un peluche de Mudkip que una "admiradora" me regaló. Era sábado por la tarde y se supone que yo estaba echandome la siesta. Y realmente sería así si no fuera porque habia algo que me daba muchas vueltas en la cabeza y ese algo era azul.

Me puse de lado y miré la ventana. La semana había sido horrible. No solo con el asuntillo de la mala pécora que puso todo patas arriba si no también en casa. Al final el hijo de fruta de Victor Francés habia llamado a mi casa y le habia contado a mi madre que habia llegado tarde y que encima iba de vacilón por la vida.

Obviamente, por muchas explicaciones que le daba a mi madre ella no me creía el pajo, y la semana acabó siendo un infierno tanto en casa cómo en el insti.

Di otra vuelta, e intenté dormir, pero nada. Estaba pensando en ponerme a dibujar cuando entró mi hermana en la habitación. Cerré rápidamente los ojos e intenté hacerme el dormido pero la niña me pilló.

-Se que no estás dormido Jho -abro un ojo y veo que tiene la cara prácticamente pegada a la mia.-Mamá te llama.

Suelto un suspiro y me levanto. Ella me abraza de improvisto y suelto un bufido.

-Lele ¿qué haces? -pregunto.

-Abrazarte. ¿No puedo? Es que te quiero mucho.

Maldita sea. Esta niña es una ricura. Mi hermanita de 8 años es lo que se podría decir una niña pija y adorable. Como casi todas las crias de su edad. Tenía el pelo castaño con reflejos rubios, muy, muy rizado, la piel bronceada por culpa de esos interminables veranos que nos obligaba mi madre a ir a la playa, y unos mofletes gordos que daban ganas de morderlos y no soltarlos. La acaricié el pelo con cariño y ella me abrazó aún más fuerte.

-Venga, ya, sueltame que si no mamá me echa la bronca.

La separé de mi un poco a la fuerza y salí de la habitación.

A veces me sentia un poco mal respecto a mi trato hacia mi hermana. La queria mucho, no lo iba a negar. Pero yo habia crecido y esos momentos de amor fraternal y juegos de niños ahora me parecian una estupidez innecesaria. Muchas veces la trataba mal o directamente pasaba de ella como de comer calcetines sucios. De vez en cuando cedia y jugaba con ella, saliamos los dos a pasear y la daba un poco de cariño como hermano mayor, pero cada vez lo hacia menos y no podia evitar preocuparme un poco, aunque no lo hiciera por maldad.

-¿Qué pasa mamá?

-Jhon ¿podrías recoger ya la cocina? Se supone que eso se hace después de comer y ya han pasado dos horas.

-Voy.

Puse los ojos en blanco y volví a mi habitación a por el móvil y los cascos grandes. Me gustaba hacer los quehaceres escuchando musica.

Mientras recogía la cocina estuve pensando. Y pensando. Y pensando. No conseguía concentrarme ni en la musica ni en lo que estaba haciendo. ¿Consecuencia? Dos platos rotos y gritos demoníacos por parte de una madre enfurecida. Recogí todo el desastre sin rechistar y terminé la cocina.

-Mamá ¿puedo salir?

-¿Salir a dónde?

-A casa de un amigo.

-No me gusta que estés en casas ajenas. Para algo tu tienes una ¿no?

-Ya bueno, es para ver si se sale a dar una vuelta. Ya he terminado los deberes y no tengo nada más que hacer.

Diario de un Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora