4. El chico de las gafas rojas

85 3 0
                                    

Habia llegado tarde. El primer dia y tarde. <<Empezamos bien el curso Arimas>> pensé con ironía.

Andry se habia encontrado con unas amigas y me habia dejado tirado sin siquiera saber en qué clase me tocaba ni en qué curso estaba.

Tuve que bajar a conserjería a preguntar y entonces le vi. Bueno, realmente no me habia fijado que habia alguien ahí hasta que me giré.

Una vez le vi no pude quitarle los ojos de encima.

Unas enormes gafas rojas cubrían parte de la cara y una revuelta de un exquisito pelo de color avellana contribuian al secreto. Llevaba una camiseta de Metallica y unos jeans, además (me pareció muy mono su estado) tenía la cara roja como un tomate y se le notaba muy nervioso. Nunca le habia visto por el insti, y no pude evitarlo; mi parte amable me exigía simpatizar con aquel muchacho, no entiendo muy bien por qué. Maritta, a regañadientes, al final le dijo a qué clase iba. El chico se llama Mike Esteffan. Me sorprendí. Eran nombres muy raros, y más para un chico español. A continuación, Maritta se dirigió a mi. Empezó a buscar mi apellido y me incliné por si necesitaba ayuda. Al final me encontró; iba a tercero B. <<Lástima, no voy con él>>. De alguna manera me sentí decepcionado.

Iba a decirle algo cuando ví que se iba por el camino más largo.

-Si vas por ahí tendrás que dar todo un rodeo para llegar a clase -le dije. -Ven conmigo anda, te enseñaré dónde te toca.

Intentaba ser lo más amable posible. El chaval era nuevo y seguramente no conocería a nadie.

Aún así, noté que estaba incómodo porque parecia que venia a mí más bien por obligación que por voluntad propia.

Tragué saliva. No queria causarle mala impresión. Mientras caminabamos noté como me miraba de reojo y después desviaba la mirada a otro lugar. Me puse un poco nervioso y empecé a silbar. La tensión no disminuyó así que decidí romper el hielo. Así me enteré de que Mike se acababa de mudar, y por cómo hablaba de ello, no le hacía mucha gracia la idea; también que tenia catorce años.

Me reí. Yo le sacaba dos años, pero no hubiera imaginado que él fuera tan pequeño.

Me iba a contestar algo cuando llegamos a su clase.

Como era nuevo no sería bueno si llegase muy tarde, asi que me despedí.

-Bueno, es un placer... ¿Mike no?

-No, bueno, sí, pero ese nombre no. Prefiero que me llamen Esteffan- reapondió.

Me sorprendí. Esteffan sin duda era un nombre bonito pero Mike le quedaba mejor.

-¿En serio? A mi me gusta más Mike.

-Es que ese nombre no...

La puerta de la clase se abrió derepente y una chica que iba a salir se quedó mirándonos como si fueramos fantasmas.

Y cómo no, mi día empeoraba por momentos porque justo en esa clase estaba el profe Pepe. Era un buen hombre, excelente si cabe, daba matemáticas y de vez en cuando lecciones de vida. Lo malo de Pepe, y quizás lo mejor de él, es que era muy cercano. Cuando empezaba a dar clase, derepente se acordaba de una anéctoda o alguna cosa graciosa que habia visto y dedicaba el resto de la clase a hablar sobre ello. Además, se tomaba bastantes confianzas con algunos alumnos por eso cuando hablaba conmigo no faltaba un "cabroncete" o "capullo". Empezó a darme la tabarra y en seis minutos me echó de su clase alegando que tenía que presentar al alumno nuevo. Me fui un poco a regañadientes, pero antes de entrar en mi clase grité:

- Hasta luego Mike.

Sabia que le molestaría pero eso solo me daba más ganas de llamarle así.

Ahora me tocaba a mi pasar vergüenza. Miré el reloj de mi muñeca. Llegaba unos veinte minutos tarde.

Suspiré. Me iba a caer la del pulpo.

Me planté frente a la puerta 212 y llamé suavemente con los nudillos. Abrí la puerta murmurando un "Con permiso, siento mucho llegar...". No terminé la frase. Di tres pasos atrás y cerré la puerta de golpe.
<<No no no no no. No puede ser, no puede ser. Él no. Por favor, si hay alguien ahí arriba, por favor, dime que él no es el tutor de este año>>. Estaba aterrado. Crucé los dedos para que lo que acababa de ver no fuera cierto, pero la voz que oí desde el otro lado de la puerta me devolvió a la dura realidad.

-¿Va a pasar o pretende llegar otros veinte minutos tarde?

Aún acojonado, me levanté, y con un nudo en la garganta abrí la puerta lentamente.

-Ho..hola profe.

-Vaya vaya, pero mirad quién se ha dignado a aparecer, nada más y nada menos que el señor Jhon Gnecco ...

Pronunció mal mi apellido (como todos) y no pude evitarlo.

-Ehhh, la "G" es muda..

-Me da igual muda, vestida, callada o diabética. Llega tarde y encima viene

de chulito.

Ahí estaba, el terror del instituto. El profesor más incomprendido, con más mala uva y del que todos huyen: Victor Francés, que irónicamente enseña inglés.

Le miré atentamente. Pelirrojo claro, con algunos rizos desperdigados y la cara llena de pecas, tenía una apariencia infantil. De estatura media, unos pantalones vaqueros anchos y una camiseta azul que marcaba su pronunciada musculatura. Sus ojos verdes como las hojas de un pino me miraban con enfado, mucho enfado.

Me acerqué. No tenía buenos recuerdos con este profesor. Me lo habia hecho pasar bastante mal a mi y a unos cuantos compañeros. Me puse a su lado, me erguí y le miré a los ojos. Me arrepentí enseguida. Era más alto que él.

-Oh, así que tiene la desfachatez de llegar tarde y encima se planta delante mio con altividad y sorna. ¿Acaso se cree el rey del barrio?

-No no, yo no pretendia ...

-¿Sabe cuál es el lugar de los chulitos en mi clase señor Jhon? Al fondo, mirando a la pared.

-¿Qué? -estaba atónito. Este tio me tenía que estar vacilando.

-Si, mi-ran-do-a-la-pa-red -me lo deletreó con burla.-Así hace compañia al señor Gil.

Me giré sorprendido. <<No puede ser, ¿este tío va a mi clase?>>. Como si me hubiera leido el pensamiento, el chico del fondo que estaba mirando a la pared, se giró y me dedicó una sonrisilla burlona. Me reí por lo bajo y fui hacia la pared sin responder al profesor. Al llegar al fondo de la clase ya no podía contener la sonrisa que se dibujaba en la cara.

-Por favor gatito negro, ¿has llegado tarde? Que malote.

-Ay mi lindo gatito azul. Fijate que no tenia pensado venir, pero no, recordé que estabas aquí y tenía que verte -le guiño un ojo -Este curso promete.

-Jé, y que lo digas -me responde con una radiante sonrisa.

Diario de un Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora