19. ¿Esto es una peli de gangsters o qué?

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   Cansado. Estaba muy cansado. Todos decían que cuanto más frío hacía mejor venía el deporte. Pero eso era una trola como una catedral. Jugar al basket a principios de noviembre era un asco, y más si era al aire libre. Me deshice fácilmente del tio que intentaba marcarme, le pasé el balón a mi compañero y salí disparado hacia la canasta. Éste efectuó un tiro que en realidad era un pase, salté y con un sencillo alley-oop metí la bola en la canasta. Justo cuando toqué el suelo sonó el pito del silbato del entrenador.

   -El punto de Mario vale, gana el equipo azul -gritó con su vozarrón. Recogimos el equipo y volvimos al gimnasio.

   -Menuda clavada Mario -dijo de repente a mi lado Lorca. Iba a mi clase y sorprendentemente también había elegido la opción de baloncesto como extra para ganar más puntos para la universidad. -Gracias tío...

   Él sonrió amablemente y caminó a mi lado. Me llegaba por el hombro, por eso me sorprendía tanto que hubiera elegido un deporte en el que la altura era un punto muy a favor. Sin embargo, jugando contra él me di cuenta de que no solo era cuestión de altura. El maldito era veloz y sorprendentemente ágil. Me solía ser muy difícil robarle el balón una vez lo cogía. Destacaba bastante, su pelo rojo y rapado a un solo lado era algo que le quedaba genial y le caracterizaba mucho, además de que tenía un estilo muy gótico, pero sin exagerar. Una vez intentamos vestirle con ropa de color, prendas un poco más normales y simplemente no era él. Llegamos a la conclusión de que Lorca había nacido para ser un gótico pelirrojo con raíces oscuras y amante de los animales.

  Entramos en los vestuarios y me metí rápidamente en la cabina de la ducha. Quería echarme agua hirviendo sobre el cuerpo, pero si el entrenador se enteraba me mataría. Me resigné y me di un baño tibio. Lo importante era quitarme el sudor del cuerpo. Cuando terminé ya casi no había nadie. Salí de la ducha y me vestí con una muda limpia. Me despedí del entrenador y salí a la fría calle. Estornudé. Hacía un frío horrible. Me encaminé hacia la salida cuando una chaqueta larga que curiosamente ondeaba al aire y un gorro blanco llamaron mi atención. Le había visto con esas pintas unas cuantas veces las últimas semanas.

   Sonreí. Las últimas semanas habían sido un poco extrañas. Yo no era la clase de chaval que salía todos los días por la tarde ni se iba de fiesta los fines de semana y mi vida social era bastante limitada, para aclarar. A veces me disgustaba ese hecho, pero seguía empeñado en mi objetivo, y ese era estudiar, sacar las mejores notas y poder hacer lo que quisiera cuando cumpliera dieciocho años. Aunque para eso tuviera que sacrificar muchas cosas, como el tiempo y los amigos. Pero no todo era malo. Gracias a ello había conocido a mucha gente, gente que era  amigos de verdad, gente a la que no le importaba si podía estar allí o no en ese momento, seguían queriéndome y estando a mi lado. Aquel hombre era uno de ellos.

    Arimas se giró y me sonrió moviendo el cigarro que llevaba en la boca. Fue a decirme algo pero un poco de ceniza cayó en su abrigo y este se miró alarmado, sacudiendo el lugar como si la ceniza fuera lava. No pude evitarlo y me reí a carcajadas. Él me lanzó una mirada furiosa y después se rió también.

    Últimamente esto se repetía muy a menudo. Pasabamos más tiempo de lo normal juntos. No es que a mi me molestara, todo lo contrario, me hacía inmensamente feliz el que él me acompañara.

   Me tendió el paquete de tabaco y cogí uno sin dudarlo. Sentir cómo el humo bajaba a mis pulmones me reconfortaba enormemente. Jhon le dio una profunda calada a su cigarro y comenzó a caminar. Me quedé un momento detrás de él, observando su espalda. Todos lo estabamos pasando mal con la situación, pero él era quien peor lo estaba pasando. No solo los problemas exteriores le acechaban si no que ahora estaba confuso interiormente. Nos habiamos pasado semanas hablando sobre este tema y había llegado a la conclusión de que era idiota; le compadecía un poco. Demasiado embrollo para una sola persona, lo pero es que por mucha voluntad que tuviera no conseguía ayudarle en lo más mínimo.

Diario de un Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora