21. Echo de menos ser cómo antes..

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Me levanté del sofá por séptima vez. Mi padre no dejaba de llamarme a pesar de que el médico me hubiera dicho explícitamente que redujera el movimiento.

-¿Qué pasa papá? -me asomé a la cocina.

-¿De qué quieres el caldo? ¿De pollo, de pavo, de pájaro dodo?

-¿Tenemos caldo de dodo?

-Creo que sí. Hay un bote de caldo que está en el armario desde que me mudé aquí.

-Papá, te mudaste aquí cuando Irene tenía 2 años; y de eso hace más de 30 años.

-Vaya, entonces seguro que aún está bueno el caldo.

Rodé los ojos y volví al salón. Me tumbé en el sillón, eché tres mantas encima y esperé acurrucadito a que el mundo terminase.

-No deberías taparte así, empeorarás -la voz de mi hermano mayor retumbó por toda la habitación.

-Déjame en paz Loren.

-Y una mierda, después te pones peor y nos contagias a todos; más importante: contagias a las niñas. ¿Las vas a soportar y cuidar tú? Creo que no, y creo que su madre tampoco tiene muchas ganas -mientras soltaba el bello discurso arrancó de entre mis brazos todas la mantas. El frío volvió a colarse en mi cuerpo y me sentí desnudo.-Ahora levanta y ve a darte una ducha que Cris y las niñas van a venir a comer.

Me levante de mala gana y entré en el baño.

Había pillado un resfriado por culpa de una maldita apuesta y ahora sufría las consecuencias. Llevaba ya cuatro días en casa de mi padre, cuando lo normal era que solo pasase los fine de semana. Pero mi madre, buena ella en todos los aspectos dijo: " el niño se ha emfermado bajo tu custodia, Antonio, así que ahora le aguantas tú hasta que mejore. Por el colegio no os preocupeís, total, para lo que haces en clase nadie te echará en falta ".

El amor que me profesaban mis padres era inmenso. Después de hablar con Amelia y de las miles de recomendaciones sobre hierbas y té, acabé recluido en casa de mi padre hasta que se me pasara un poco el trancazo.

Me desvestí lentamente. Cada movimiento era como mil agujas clavándose en cada uno de mis músculos. Me metí bajo la alcachofa y dejé que el agua tibia cayera sobre mi cuerpo.

Me gustaba la casa de mi padre, me gustaba estar con mi familia. Era el pequeño de cuatro hermanos, dos hombres y una mujer, y sobre todo me gustaba jugar con mis sobrinas. Eran la alegría de mi vida. Pero aquello se me estaba haciendo tedioso. Me sentía muy inquieto por la situación por la que pasaban mis amigos, y sabía que no cambiaría nada el que yo estuviera allí, pero no conseguía dejar de sentirme mal.

Hablaba con Jhon durante todo el día. Bueno, más bien cuando podíamos. O él estaba ocupado, o estaba durmiendo, o estaba escribiendo, o estaba de mal humor o simplemente no quería contacto con nadie, o yo me encontraba demasiado mal, o mi padre me echaba la bronca por usar el teléfono, o estaba durmiendo o tampoco me apetecía hablar. Él me contaba un poco cómo iba la cosa, dónde había habido atercados, quienes se habían peleado y quien llavaba la delantera en aquella absurda batalla que habia empezado.

Aquello era un caos total. Jhon intentaba ocultarlo para no preocuparme, pero sabía que nada estaba bien. Me contó lo que pasó con Lex y Toño y me preocupé. Si se la tenían jurada a Lex, Toño se metería, y si Toño se metía, nosotros también tendríamos que meternos. Así que ahora Lex era otra integrante de la familia, aun que no lo sabía. Después estaba Diana. No hablaba mucho con ella pero le había contado a Jhon que tenía la sensación de que la seguían. Mario también había tenido algún que otro contratiempo y a Arimas, con la cara que llavaba nadie tenía huevos a acercarse.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2015 ⏰

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