20. Cuánta molestia.

29 2 0
                                    

    Miré por la ventana. Estaba agotado, apenas conseguía dormir y eso era un problema. Sople el mechón rojo que me caía en los ojos. Samantha a mi lado, estaba igual, aunque no compartíamos los mismos motivos.

    Sonó el timbre y recogí mis cosas. Me despedí de mi amiga y me encaminé a la siguiente clase. Odiaba los desdobles, era una pérdida de tiempo. Pero había descubierto que en esta hora coincidia con ella, pues le tocaba clase al lado de mi aula. Lex apareció por las escaleras y me lanzó una media sonrisa. Se la devolví y juntos nos quedamos pegados a la pared esperando a nuestros respectivos profesores.

-Tío, tienes una cara horrible últimamente.

-Ya, es que no duermo bien.

-Deberías dejar de ver tanto porno. Es malo -dijo señalándome de arriba abajo.

    Resoplé. Podría decirse que nuestra relación se había estrechado, porque ahora pasabamos mucho más tiempo juntos. Y eso era desde aquel incidente.

    

   >>Debía ser la diez y once de la noche cuando mi móvil comenzó a vibrar. Al principio creí que era algún mensaje, pero la insistencia de la vibración me arrancó de mi error. Descolgué la llamada y una respiración entrecortada intentaba decirme algo.

-¿Sí? ¿Lex, por qué me llamas a estas horas? ¿Qué te pasa?

-Ayu...ayúdame. Me, me persiguen...

-Lex, no te entiendo, ¿qué dices? ¿Te persiguen?

   Entonces chilló y se oyó un golpe lejano. Ella no estaba de broma. Me sobresalté y comencé a alterarme.

-¿Lex? ¿Oye, dónde estás?

-¿Toño, me oyes? -se la oía un poco mejor, pero seguía alterada. -Estoy... estoy yendo hacia el Mercadona, la calle de atrás, yo... mierda.

   Y colgó.

   Salí disparado de mi habitación. No había tiempo de cambiarme, ponerme la chaqueta, nada. Conseguí calzarme las deportivas y cerré de un portazo la puerta de mi casa. Seguramente mis padres se enfadarían conmigo por lo que estaba haciendo, pero ahora mismo no me importaba mucho. Solo me importaba ella.

   Bajé corriendo las escaleras. Una vez más maldije el vivir tan lejos de todos pues mi casa estaba, prácticamente en la cima de una de las colinas que rodeaban el pueblo. Un coche cruzó en mi camino y casi me atropella, conseguí esquivarlo y seguí corriendo cuesta abajo bajo los ensordecedores pitidos del conductor. Me escocía el pecho por el esfuerzo, pero no aminoré la marcha. Ya podía ver el Mercadona. Apreté el paso y les vi.

    Ella cruzó corriendo el paso de cebra y cinco tíos iban tras suya. Siguió corriendo recto y yo me metí por la paralela a aquella calle. Corrí lo más rápido que pude y torcí al final. Ella apareció, giró la cabeza y me vio. Corrió a toda marcha hacia mi y cuando estaba a mi altura saltó entre mis brazos.

-Yo.. yo -intentaba vocalizar, pero no lo conseguía.

-Tranquila, tranquila, respira.

   Cuando abrió la boca para decir algo, los tíos esos casi se nos echaban encima. Lex soltó una exclamación y me agarró del brazo.

-Va..vámonos. ¡Corre!

-Ahí estabas zorra. ¿Quién es ese? ¿Crees que te protegerá? -dijo uno de los cinco. Llevaba gafas y una gorra de estas de moda. Los otros cuatro se pusieron a su altura e intentaron sacar pecho para intimidarme y para que no supiera lo cansados que estaban.

-Anda que corres perra; nos has hecho recorrer todo el puto pueblo -dijo otro. Llevaba una sudadera verde de Adidas -Ya es hora de que cobres tu merecido ¿no crees?

Diario de un Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora