CAP. 33 - La ira de un espíritu desconsolado

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[Cinco minutos antes...]

El perro lamió el hocico del zorro escarlata. Ella solo la observó sin expresión en sus ojos.

Jellal se puso entre ellas y el líder, quien acaba de llegar a la jaula. Enseñó los dientes, pero tenía la cola baja; estaba aterrorizado.

— ¿Qué crees que haces? –gruñó Taisei, el líder, despectivamente. Era un hombre nada imponente, bajo, muy delgado y canoso. Tenía el cabello plateado y muy grasiento, y vestía ropa holgada y sucia. Aún así, rezumaba poder y sus ojos eran los de un depredador.

— Vamos a empezar el sacrificio. ¿Querrías dejar de tomar esa forma tan estúpida, querida? –dijo dirigiéndose a la perrita. Ella lo miró sin entender y el líder suspiró.

— Bien. Veamos si tu bendición funciona durante mucho más tiempo. Entre tanto empezaremos con tus amigos, a ver si sus muertes te hacen más receptiva.

La perrita no pareció comprender, pero algo en lo más profundo de su subconsciente se agitó y envió olas de tormento por su mente; algo de lo que Taisei había dicho la había turbado extremadamente.

El humano comenzó entonces a pasearse alrededor de la jaula con todos sus súbditos zorros siguiéndole con ojos ávidos. Abrieron un camino y algunos bajaron la cabeza con respeto reverencial hasta que se detuvo.

Alzó una mano y señaló a la pareja de zorros azulados.

— Tú –Gray se puso de pie de un salto y puso a Juvia detrás de él; tenía los ojos fuera de sus órbitas y las orejas pegadas al cráneo–. No tú, estúpido. Hablaba de tu amiga.

Juvia se echó a temblar silenciosamente sin moverse. Gray erizó el lomo y gruñó tan grave que todos sintieron la vibración en los huesos. El líder del clan agitó la mano y suspiró.

— No me vengas con drama, memo. Aún me quedan varios sacrificios por hacer –al instante sus facciones se volvieron de piedra y sus ojos refulgieron una luz dorada–. Ven.

Las pupilas de Juvia brillaron con la misma luz y dejó de temblar. Despacio, se levantó y se acercó a la puerta de la celda. Gray la mordió del cuello sin fuerza para detenerla, pero ella no hizo caso; intentó seguirla, pero los otros zorros le cortaron el paso. Gimoteó mientras veía a su amada salir fuera de su alcance.

Los zorros abrieron un camino para que Juvia llegara a una alta plataforma de madera en la que la esperaba Taisei con un rudimentario cuchillo en la mano.

— Túmbate –ella obedeció de inmediato y se dejó caer a sus pies.

Entre tanto, en la jaula, Jellal comenzó a pasearse de un lado a otro mientras que Gray se apretaba sobrecogido contra los barrotes todo lo que podía.

Lucy se deshizo del agarre de Erza y corrió hacia la jaula. Luchó por ver lo que estaba sucediendo entre las patas de los zorros que observaban la escena. Uno de ellos se apartó lo suficiente para que viera el cuchillo de piedra alzándose solemnemente por encima de la cabeza del hombre y el sol reflejándose en su filo.

Con el terror latiendo en sus venas, se escurrió entre las barras de acero y corrió hacia Juvia esquivando patas y colas y llegó a la base de la plataforma de madera en el momento en que contemplaba, con los ojos como platos, cómo el cuchillo bajaba.

Un gañido de dolor se elevó en el silencio. Unas gotas de sangre salpicaron a la perrita y crearon grotescas manchas en su lomo. Su cuerpo entero tembló y todo se volvió negro.



¿...?

Lucy flotaba en un vacío abismal. Estaba tan oscuro que no veía ni la punta de la nariz. ¿Dónde estaba? ¿Estaría apoyada en algo? ¿Flotaba? ¿O nadaba?

Esa es mi Niñera ||Nalu||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora