CAP. 39 - ¡Bienvenidos!

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— Qué aburrimiento –gruñó Gray con los brazos cruzados detrás de la cabeza.

Juvia se encogió de hombros; había pensado en pasar el viaje hablando con Lucy a través del transmisor, pero no cayó en que la rubia estaba 'muda' y ahora se aburría. De vez en cuando charlaba de algo con Gray, pero el túnel era tan largo y monótono que terminaba por aburrirlos. Fue a sacar una vez más el transmisor cuando de él salieron sonidos de estática, golpes y gruñidos.

Juvia se detuvo en seco y Gray la miró extrañado.

— ¿Qué pasa? ¿Seguimos o...?

— ¡Shh! –chistó ella y se pegó el aparato al oído. La luz encendida de la tercera bombilla le indicó que escuchaba a través del walkie-talkie de Erza. Se oyeron sonidos como de pelea y finalmente un golpe sordo acalló a los ruidos.

— ¿Erza? ¿Qué ocurre? –nadie respondió al otro lado. Se oyó de pronto el inconfundible sonido de un cuerpo golpeando la tierra seguido de otro–. ¡Erza! ¡Respóndeme!

— Me temo que no puede responder, guapa –se burló una voz desconocida desde el transmisor. Juvia miró a Gray con preocupación y fue a contestar cuando se cortó la comunicación con un fuerte crujido; el transmisor de Erza había sido destruido.

Gray le lanzó una mirada confusa mientras los dos pensaban en lo mismo. ¿Quién era ese tío, y qué hacía con el transmisor de Erza?

La maga de agua propuso dar la vuelta, pero él negó con la cabeza. No conseguirían nada yendo hacia ellos dos y Erza sabría apañárselas sola. Además, tenía a Jellal a su lado, por lo que eran prácticamente invencibles...

O eso pensaban antes. Menos animados que antes, siguieron caminando sin pronunciar palabra cada uno perdido en sus pensamientos.

Gray rompió el silencio.

— Juvia...

— ¿Hum?

La chica peliazul lo miró a los ojos y Gray no pudo evitar bajar la mirada hasta su abdomen al descubierto (llevaba una blusa corta que le llegaba por el ombligo). La única luz salía de sus linternas y hacía que la cicatriz en forma de cruz que tenía en la piel brillara de una manera fantasmagórica.

— Lo siento. Por eso –señaló a la cicatriz al ver su cara de extrañeza.

La expresión de Juvia se suavizó.

— No fue culpa tuya, Gray. No pudiste hacer nada.

— Pero te juré que te protegería –susurró él mordiéndose el labio, pero en el silencio que les rodeaba el susurro se escuchó igualmente.

Ella le puso una mano en el hombro y reprimió el acostumbrado escalofrío que le entraba cada vez que tocaba su piel.

— En serio, no pudiste hacer nada. Habría sido imposible que salieras de esa jaula.

Gray colocó su mano sobre la suya y la miró a los ojos.

— De ahora en adelante –dijo con los ojos azules eléctrico brillando serios– haré lo imposible para salvarte.

A Juvia le dio un vuelco el corazón y solo pudo asentir, sintiéndose casi tan muda como Lucy. Entonces Gray se dio la vuelta y siguió andando como si nada.

“¡Casi me da un ataque al corazón y parece que no le importa!” gritó Juvia en su cabeza, aunque al acelerar el paso para alcanzarle vio que sus orejas estaban enrojecidas lo que le causó ternura. Le gustaba ese lado tan tsundere del pelinegro.

— Hay algo que brilla ahí delante –la voz de Gray la sacó de sus pensamientos y miró ella también hacia allí–. ¿Es eso...?

— ¿... un teatro? –terminó Juvia. Llegaron al final del pasillo y se encontraron con una zona de la caverna donde la piedra se ensanchaba y tenía una forma redondeada. Un enorme cartel luminoso con bombillas de colores dónde se leía “¡Bienvenidos al teatro!” les hacía brillitos desde arriba.

— Eso parece –echó a andar hasta un cartel de madera casi oculto en la pared con las palabras «Entra, come, lucha, gana» grabadas en él–. Parece que tenemos que entrar.

— Y no te lo pierdas, estrenan «Dragon Cry sobre hielo» –Juvia sonrió leyendo la cartelera.

— Venga ya.

— Te lo juro.

Un vozarrón saliente de unos altavoces ocultos les sobresaltó:

— ¡Pues no esperen más! ¡La entrada es 100% gratuita, y regalamos palomitas!

Por enésima vez en cinco minutos, Gray y Juvia cruzaron una mirada entendiéndose sin palabras.

«Entra, come, lucha, gana».

— Supongo que entraremos.

— Y dice que regalan palomitas –añadió Gray sonriendo lentamente.

— ¡Estupendo! –rugió la voz con alegría–. Limpiaré el polvo de la barbacoa; hace milenios que no tengo espectadores. ¡Bienvenidos! ¡Se van a divertir!

Esa es mi Niñera ||Nalu||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora