La Jefa.

Capítulo 30

 — Dime que volverás pronto a visitarnos muchacho. 

 — Estaré unos días acá , pero no mucho , pronto tendré que volver a New York . 

 — ¡Pero bueno! si vienen de paso ¿qué tal si mañana vienen a cenar con nosotros?  — propuso Rogelio agarrando a su esposa de la mano —  Estoy seguro que Meredith hará un Arancini ¡Delicioso! es tu platillo favorito Nicky. 

 — ¿Qué piensas tú? —me preguntó el ojinegro . 

 — Yo encantada. 

 — ¡Perfecto! mañana a las 8:00pm los estaremos esperando. 

 — Nos vemos siciliano. 

 —¡Procura no meterte en problemas Bambino! . 

— Cuídate hijo mío  — le dijo Meredith dándole un beso en la mejilla al ojinegro — Y cuida a esta bella chica . 

— Lo haré  — dijo él mirándome a los ojos. 

Y juntos salimos de allí, directo al auto y luego de una despedida de manos de parte de los Lombardi nos fuimos de allí. Todo el camino fue silencioso hasta llegar a nuestro destino. 

Los dos bajamos en silencio y así mismo entramos en la casona. Antes de subir las escaleras sentí unas manos rodear mi cintura y depositar un beso en mi cuello. 

— ¿Qué quieres haces hoy?. 

Me giré para ver aquella orbes oscuras que me miraban con devoción. 

— Dime tú. 

— ¿Qué tal si salimos a las playa?  — asentí emocionada — Vamos a cambiarnos. 

Los dos subimos las escaleras, entramos a la habitación y luego de unos minutos en ojinegro me informó que me esperaría abajo en la sala de estar. 

Sólo duré veinte minutos más luego de buscar un bañador de dos piezas color lila, colocarme arriba de éste un vestido de playa de seda transparente y por último unas sandalias bajas. Armé un bolso con todo lo necesario y luego de varios llamados por parte de Nick salí de la habitación. 

Estaba muy emocionada por sentir la arena en mis pies y ser salpicada por las olas. 

Hace tanto que no visitaba el mar.

No desde... Negué. 

No es momento para recordar aquellos momentos dolorosos. Siempre hay tiempo de sobra para los lamentos , pero hoy no . 

—  Hasta que bajas  — dijo exasperado Nicholas , rodé los ojos. 

— No fue para tanto  — llegué a su lado y juntos salimos cruzando la puerta atrás de la casa que daba directo al mar. 

Bajamos los escalones y dejando atrás el piso de madera de la terraza de la casa mis pies se hundieron en la arena caliente y mis dedos sintieron como cada granito se metía entre ellos. 

Más adelante de nosotros habían varias camas de playa y tomamos asiento. Me quité el vestido quedando sólo con el bañador, busqué entre el bolso que había formado el bloqueador y giré a ver al ojinegro que me miraba expectante con un libro en manos ya con su torso al desnudo dejando ver todos los tatuajes que poseía. 

 — ¿Me ayudas?  — le dije extendiéndole el bote de bloqueador. Dejó el libro a un sus lado y me miró bajando un poco gafas de sol. 

Se levantó y tomó el bote de bloqueador .