Capítulo 24

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El mayordomo con pasos acelerados subía las escaleras con un semblante serio, se dirigía al despacho de su amo que con la poca paciencia que tenía tocó con suavidad la puerta hasta esperar que su amo le diera el permiso de entrar.

Al entrar con rapidez, Ciel no pudo evitar verlo de forma extraña y entender que algo había sucedido. Pero viniendo de su mayordomo le sorprendía el actuar de el a pesar de ser un demonio podía estar así.

-Joven amo, le vengo a informar sobre la señorita _____.

-¿Le sucedió algo?-Preguntó con rapidez.

-No. Bueno, si suceder algo implica que un humano llore con desesperación pueda que sí.

-¿Llorar? ¿Ella estaba llorando? –Estaba tan desentendido como Sebastian que afirmó la pregunta. Nunca imaginó que alguien como ella rompería en llanto a ese nivel, y ni siquiera sabía el motivo. Pero lo que le provocaba rabia es que él no había sido el culpable, entonces debía ser ese ingenuo que apareció en su mansión sin ninguna invitación.

Rápidamente se levantó de su silla dejando los papeles que estaba leyendo con brusquedad en el escritorio, saliendo de su despacho sin importarle nada en esos momentos solamente el ir a consolar aquella chica que sin ningún motivo (para el) estaba llorando. Al bajar las escaleras escuchó esos llantos leves, venían de la sala principal, aún estaba Johan por lo que no se atrevió a salir aún escuchando cada palabra que el le decía.

“Tú no puedes ser mejor que yo, Harcourt” dijo Ciel para sus adentros.

Apretó sus puños al oír que la dama había detenido su llanto por una mísera pregunta que no quería haber escuchado en esos momentos, ¿Por qué Johan Harcourt le estaba proponiendo algo así sabiendo que ella estaba comprometida? Es una falta de respeto.

-Pero Johan, sabes que soy la prometida de Ciel…-Dijo ella con su voz quebrada, el conde se alegró un poco por esa respuesta.

-Lo sé, pero sabemos que ese compromiso es falso, al ser falso no veo el problema que tú decidas salir con alguien más.-Comentó Johan.-Sé que se vería mal, pero nadie lo sabrá.

-No creo que se pueda ocultar, Johan…-Ciel tragó saliva, ¿La dama estaba dudando? No podía ser así.- No puedo romper con Ciel algo que ya está en papeles.

-¿Y prefieres seguir sufriendo como ahora? –Preguntó con delicadeza, Ciel se sorprendió al escuchar eso.- Tú no eres feliz, estas esperando que vuelva algo que quedó en el olvido… Por eso tus lágrimas no dejan de salir a flote. No te hagas más daño y acepta que esto es así _____.

El conde estaba devastado, detrás de una pared escuchando la verdad de la dama, el recordaba cada momento y sabía el porqué estaba así. Nunca dijo nada por miedo a que le pareciera una idiotez, el salir de su compostura era extraño por más que se tratase de una persona especial.

Su miraba bajó a sus pies, por primera vez se sentía vulnerable y no tenía idea que hacer, tampoco el enfrentar esa situación, ¿Qué se supone que deba decir? No quería hablar delante de ese individuo. No hizo más que ordenarle a su mayordomo y volver a su despacho con los puños apretados y decididos.

-Disculpe que interrumpa su conversación. Pero señorita _____, el joven amo la espera en su despacho en estos momentos.-Ella bajó la mirada limpiando sus ojos.

-Hablaremos de esto en otro momento, Johan, es muy pronto…-Dijo tratando de sonreír, por más que no sea lo que Johan quería oír tenía coherencia, la dama tenía que pensarlo bien. Por eso no reprochó, simplemente la saludó y se marchó de la mansión.

Ella subió las escaleras, mirando cada escalón que subía, cada paso era una palpitación del corazón, de miedo, al darse cuenta de la realidad no tenía cara para verlo a Ciel. Sus manos temblaban, aún así cerró los puños y tocó la puerta con delicadeza, el conde solo afirmó que pasara.

Collingwood: El Misterio.[Cielxtn] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora