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"Dulce amor mío:

¿Sabes que pienso en ti todas las noches al verte dormir?

Y cada vez que lo hago, imagino los sueños hermosos que pudieras tener... sueñas por mí, sueños en los que somos protagonistas...

En los que logramos un clímax que calmaría a las fieras...

Te hasta lo más íntimo...

Logras enloquecerme con tu tímida sonrisa, al igual que tu voz que es melodía para mis oídos... aún pronunciando las palabras más depravadas...

Cuando te toco exploto de placer... un placer difícil de explicar, porque todo en ti me llama, es como un fuego que invade mi corazón...que lo hace temblar y me impulsa a saltar sobre ti para abrazarte, para luego acariciarte hasta el fin de la eternidad..."

Era todo perfecto... la luna de miel en la Isla Esme estaba saliendo como yo lo había planeado, mi Bella era feliz. Eso era lo único que me importaba.

Ya habíamos hecho snorkel entra los arrecifes de coral, habíamos navegado en la parte sur de la isla junto a las tortugas de mar, la había llevado a explorar una pequeña selva que rodeaba el pico rocoso, aunque claro ella subida a mi espalda casi la mayoría del tiempo, al atardecer la llevaba a caminar por las diferentes playas que rodeaban la isla, hermosas playas de arenas blancas que eran eclipsadas cuando mi Bella caminaba sobre ellas, mi perfecta y humana esposa era la tentación en persona cuando se recostaba sobre esas arenas con solo un leve y pequeño vestido que cubría su cuerpo. Cada vez que la veía mostrando tan sensual e ingenuamente, mis instintos humanos se despertaban luchando por salir y poseerla, allí donde sea que estuviéramos. Sin embargo yo había intentado, cada día desde que estábamos en la isla, mantenerla distraída la mayoría del tiempo para que terminara exhausta, era duro para mí obvio tener a mi esposa solo para mí en una isla desierta y no hacerle el amor. Pero era necesario, porque era aún mas duro tener que verla como esa primera mañana, después de nuestra primera vez, con magullones por todo el cuerpo y solo por culpa mía, ya que no había logrado ser lo suficientemente suave o delicado para ella, mi frágil y tierna esposa. Todo era excelente, Bella terminaba exhausta justo lo que quería, incluso una noche se quedo dormida en plena mesa al terminar sus huevos. No sexo.

No iba a permitir que sucediera eso de nuevo, y tampoco me lo iba a perdonar.

Una noche después de casi una semana de haber llegado a la Isla y de haber mantenido mi postura de NO sexo hasta que ella se convirtiera, mi esposa me sorprendió parándose ante mí vestida de una manera muy sugestiva: una prenda muy diminuta, negra y de encaje transparente cubría una pequeña parte de su cuerpo. Me quedé embobado mirándola, no podía creer lo sensual que se veía, me hizo sentir un entupido querer evitarla.

_ ¿Qué te parece?_ me preguntaba mientras cambiaba de pose para que la pudiera ver de distintos ángulos, yo la penetraba con mis ojos y por más que quería desviar la mirada, la transparencia de esa prenda no me dejaba hacerlo. Tuve que recuperar la compostura para responderle,

_Estas muy hermosa, como siempre_ le dije fingiendo indiferencia.

Me agradeció algo compungida y con una mota de dolor en su voz. No quería herir sus sentimientos, ¡si ella supiera lo que causa en mí verla así!, entregada ante mis ojos y sin poder tomarla, la rodeé con mis brazos y la contuve en mi pecho. Yacíamos acostados y abrazados cuando ella de repente me dijo que quería hacer un trato conmigo, yo me opuse totalmente por supuesto, ya me imaginaba de qué venía todo esto.

_Maldita sea. Realmente quería... bueno, deja._ solo bastó que ella dijera esas palabras para que se encendiera en mí la chispa de la curiosidad. Bella se acurrucó más a mi lado y se disponía a dormir, cuando yo decidí preguntar, mi Bella deseaba algo y yo había prometido de ser posible alcanzarle la luna.

Amanecer (por Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora