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Mi corazón muerto dio un salto cuando sus ojos se abrieron fijando la vista en el techo, parecía no moverlos sin embargo tardé unos segundos en comprender que en realidad estaba tan abrumada por lo que veía con su vista periférica que no podía pensar, no podía moverlos y ni siquiera pestañear… aunque ya no lo necesitara.

"Déjala que se acostumbre a lo que la rodeé, debe estar abrumada por las sensaciones…" el pensamiento de mi padre llegó a mí aplacando la urgencia de llamar su nombre o besarla… tenía aún su mano entre la mía, pero ella parecía no darse cuenta aún. Asentí suavemente a la sugerencia de mi padre mientras la veía mirar fijamente el aire que tenía a su alrededor, inhaló por la sorpresa de encontrarse con que tenía una muy fina visión. No podía leerle la mente pero definitivamente podía ver hacia donde se dirigía su mirada, podía comprender lo colmada que debía sentirse, lo mismo que yo sentí al despertar hace ya casi cien años… la misma sensación de poder ver cada detalle de lo que alrededor sucede, el mismo atiborramiento de los sentidos al captar todo a la vez… los efluvios, los colores… algunos que con el ojo humano no pueden ni siquiera concebirse, la sensación de libertad al llenar de aire los pulmones y no necesitarlo para nada, los nuevos sabores palpables en el aire, la incredulidad… la quemazón.

¡Qué hubiese dado por haber podido leer su mente en ese momento? ¡Todo…! La veía simplemente allí, asimilando poco a poco todo lo que estaba a su alrededor, aspirando una vez más el aire seguramente sintiendo los olores más cercanos a ella… el dulce efluvio de Alice en una mezcla de canela y lavanda, el de Jassper una sutil mezcla de musgo y manzana, el de Esme un efluvio parecido al Jacinto y el chocolate y el mío… Reconociéndolos, registrándolos en su sistema, haciéndolos reconocibles y palpables para toda la eternidad.

Ladeó levemente la cabeza cuando se percató de los ruidos, inaudibles para un humano… aunque tan fuertes resonando en su oído, el corazoncito de mi hija en el piso de abajo, el bobear grave y pesado del corazón del licántropo, los sonidos provenientes de la carretera, los del bosque cercano a la casa.

Sutilmente le di un apretón a sus dedos, que ahora tenían mi misma temperatura… cálida, aunque no tanto como cuando la sangre corría por sus venas calentando su cuerpo. Ante ese leve contacto el cuerpo de Bella se tensionó, aspirando una vez se envaró levantándose de la mesa acuclillándose rápidamente contra la pared con actitud defensiva, alejándose de mí. Un siseó salió a través de sus dientes que sobresalían de sus labios recogidos… me alarmé ante ese inesperado movimiento, tan fugaz que no le había llevado ni un segundo hacerlo,

"No la aturdas, ella comprenderá, estoy listo por las dudas" reconocí la voz de Jassper susurrándome en mi cabeza pero mis ojos y todos mis sentidos estaban alertas a ella, que me veía por primera vez desde su posición defensiva, pronto comprendió ante quiénes se encontraba y relajó su postura tan rápidamente como la había llevado a cabo.

Yo aún estaba en la misma posición con la mano alzada en la misma posición que cuando sostenía la suya… muriendo de ansiedad, desesperación y expectante a su siguiente reacción, viéndola renacer como una bella flor… ¡Más que eso! ¡Mucho más!, porque a pesar de que trataba de encontrar un calificativo para describir a la diosa magnifica que tenía ente mis ojos, ninguna palabra en este mundo inventada desde los albores de la humanidad hasta ahora podía describirla como lo que realmente era… una belleza inigualable, insuperable y… gloriosa. Entonces al verla frente a mí, mirándome como si nunca lo hubiera hecho con sus ojos humanos, la vi… y pensé ¿qué era lo tan maravilloso que yo había hecho en esta vida o en otra que ahora me hacía merecerla?, ¿haber sido un buen hijo?, ¿haberme arrepentido por haber asesinado tantas veces? ¿Amarla hasta perder la cordura?... si, seguramente era eso, lo único bueno que en esta maldita vida había hecho fue haberla amado siempre, aún cuando en un principio me lo negaba a mí mismo… aún cuando mis ansias y deseos de matarla eran más grandes que mi deseo de amarla.

Amanecer (por Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora