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Las visitas

La soledad en el aire se sentía, la ausencia de los demás comenzaba a cobrar los estragos en mi ya que la única mente que ahora podía notar era la de mi pequeña y la de Jacob.

Él en su forma lobuna a su vez podía dejarme ver el pensamiento de todos los lobos de su manada. De esa manera me dejaba saber cómo andaban las cosas en la línea del tratado. La cabeza de mi hija por su parte era un sinfín de preguntas, la mayor parte basadas en Alice, su mayor preocupación. Y por supuesto estaba mi esposa... cuya mente era una tumba. Y en estos momentos de incertidumbre era cuando más quería estar dentro de sus pensamientos, pero sus ojos lo reflejaban todo... dolor, resignación, angustia y... nada, absolutamente la nada misma al dar por sentado que no nos quedaba ninguna posibilidad.

¿Cómo podía dejarse vencer así de tal manera? ¿cómo podía bajar los brazos? Yo no lo haría, yo mantenía la posibilidad anidada en mi pecho y lo hacía por ambos, porque aunque ella creyera que nada más se podía hacer, yo creía fervientemente que al menos un ápice, una rendija o una fisura debía tener la defensa y el frente de los Vulturis... y la estaba buscando, porque no moriría sin luchar.

Luego de que todos se fueron solo me concentré en una sola cosa, la llegada de los demás, preparar las palabras, la presentación... la interpretación de los demás, no podía dejar ni un cabo suelto, aunque confiaba en que Nessie hiciera gran parte con su encanto, al igual que mi esposa... por dios, ella era la criatura más hermosa que habían visto mis ojos, ¿cómo no podía gustar a los demás? Bella se había convertido en una hermosa y maravillosa vampira y confiaba en ella y en su belleza natural para ayudar a encantar a los demás.

_Edward, yo..._ la voz de mi esposa me sacó de mis divagaciones mientras la había estado esperando en la pequeña sala de nuestro hogar mirando fijamente el fuego de la chimenea. Desde su nuevo nacimiento, la voz de Bella, era una de mis nuevas cosas favoritas ¿cuánto tiempo me quedaba para seguir escuchándola? ¿Cuánto tiempo nos quedaba? ¿Cuántas palabras más? ¿Cuántos gemidos y suspiros?... ¿Cuántos gritos de placer?... o diablos!... no podían negarme esto, no ahora que había descubierto lo que era hacer el amor con Bella, no ahora!

Mis ojos dejaron las llamas de la chimenea, porque esta noche quería encender otro fuego... el nuestro, el que habíamos descubierto juntos, así que la miré y corrí hacia ella casi sin siquiera sentir los pies, en un microsegundo ya la tenía envuelta en mis brazos y mis labios desesperados en los suyos, reclamándolos y encendiéndola. ¡Era tan fácil encenderla!... era una yesca fácil de encender, era como una chispa oculta que al avivarla crecía en uno de los fuegos más terribles... esa exactamente era mi Bella.

Esa noche quería alimentarme de ella, de ese fuego... de su pasión, así que la tomé en mis brazos y caímos juntos sobre la suave alfombra frente de la chimenea, en un segundo nuestras ropas quedaron relegadas a girones sobre el suelo de la sala y casi sin pensarlo, sin juego previo, sin vueltas... la penetré.

_Te necesito tanto mi amor..._ gemí mirándola a los ojos, un par de ojos que reflejaba el miedo a la perdida, el miedo y el terror que esta vez se una de nuestras última veces juntos, que luego de esta no haya otra...

Lucharé por ti mi amor, lucharé porque esta vez no sea la última, te adoraré hasta mi último minuto... y lo haré con mi cuerpo y con mi alma...

_Yo también te necesito... no hay nada que quiera más_ murmuró ella cerrando los ojos y arqueando su espalda ante mis envestidas. Bajé la cabeza y comí literalmente sus pechos, con cada envestida de placer era un segundo menos junto a ella... ¿cómo podía ser?

_Te amo... te amo... te amaré hasta el último segundo Bella_ dije de manera desesperada mientras mis envestidas se tornaban más y más frenéticas, sus gemidos acallaban mi voz, pero no había nada en el mundo que deseara escucharlo más que a ellos salir de su hermosa boca.

Amanecer (por Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora