¡Carnaval!
Las ganas de abrazarlo eran incontrolables, sentía la necesidad de estrecharlo entre mis brazos.
Todo tenía sentido ahora, me gustaba. ¡Me gustaba!
Recorrimos cada rincón de ese lugar, la frustración de Max iba en aumento por su desafortunada mala suerte en cada uno de los juegos. Poca destreza. En tiro al blanco, mini golf, morder la manzana, etc. Sus casi tres mil intentos en tiro al blanco eran desilusionantes, debía de alejarlo o terminaría en bancarrota y con un genio de los mil demonios.
—Mejor vámonos o nos haremos ancianos aquí— le pedí halándolo para distanciarlo del despiadado sorteo.
—De acuerdo, pero sabes, no me molestaría envejecer aquí... si es contigo— su sonrisa se formó al ver la mía, fue tierno e inesperado, podría jurar que mi semblante era evidentemente *tonto*.
Era un halago.
—Sí, este...— seguimos vagando entre las tiendas —¿Qué tal si... montamos una atracción?— pregunte incomoda.
—No Darissa, todo menos eso. Ya somos grandes— rezongo, percibía ¿Miedo, temor? Entre sus palabras.
—Pretextos, ¡Oh! ¿Tienes miedo de aquella imponente rueda de la fortuna?— señale —¡Tenemos aquí a un gallina, señores!
Me fulmino con la mirada al mencionar lo último.
—No es eso Darissa. ¡Darissa, DARISSA!— grito entretanto yo movía mis manos y hacia ruidos simulando ser una gallina —¡Darissa! Por favor. No soy ningún gallina.
Pare y dirigí mi atención hacia la fila para subir a la rueda. —¡Pruébamelo! Anda Max.
—No, no es necesario. Ya te lo he dicho, estamos grandes y nada de lo que me digas me hará cambiar de parecer. Joder, mira que bien se ve aquella banca para disfrutar de la vista— aludió a los asientos blancos detrás de nosotros.
Por lo más sagrado que tuviera, no pondría mi trasero en aquella banca teniendo diversión frente a mis ojos. Tenía que actuar de inmediato.
Piensa Darissa. Voala.
—¿Por dónde es que has dejado el auto? Quiero volver— bostece —Estoy un poco cansada.
Enderezo su postura y carraspeo un poco, presentía que mi plan había sido una completa e inútil solución hasta que pronuncio palabra.
—Solo una vez, una sola atracción y ya. Pero que cojones contigo, lo que tengo que hacer para tenerte aquí— comenzó a camina rumbo a la atracción. Lo había logrado. Tome su brazo y lo entrelace con el mío —¿No prefieres una soda, un algodón de azúcar o ir a la casa de los espejos?
—La primera y segunda no, no quiero. Y en tercera, tal vez más tarde— anuncie a sus preguntas —Tu lo dijiste *Solo una vez*. Será divertido. Velo como un pago, mi secuestro de un día completo por unas inofensivas vueltas en la altura.
El color blanco da tranquilidad según algunos, pero en aquella estructura facilitaba la sensación de que podría ser una despedida y más con la información del anuncio en las escaleras de la entrada. Las que amablemente casi te indicaban a realizar tu testamento y despedirte de tus seres querido antes de subir.
Patrañas. Era demasiado.
La falta de color en sus mejillas daba a notar su temor. Iba a ser muy malvada al obligarlo a subir.
—¿Estas bien? Si no quieres subir, no lo hagas. No te obligare— Bajo la mirada y apretó los puños.
—No, sí. Qué coño, claro que me subiré.
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Really Worth It?
Teen FictionAquella imagen perfecta que se pintaba frente ella, no duraría lo suficiente. Nada lo hace. ¿Realmente valió la pena?