- ¿quieres ir a casa ya? –dijo finalmente quebrando el silencio reinante.
- ¿Por qué lo preguntas?
Dio un ligero respiro.
- No lo sé… -fingió ver la hora en el tablero del auto. –es temprano aún.
Me miró pícaro.
- ¿quieres mirar al frente por favor?
Rió con picardía obedeciéndome.
- ¿entonces…? ¿tienes otro poco de tiempo para mí?
- Eres un charlatán ¿lo sabias?
Soltó una enorme risotada.
- Lo tomo como un “si”
Lo miré indignada.
- No he dicho…
- Shshsh –me calló.
Comenzó a cantar con una fuerte voz la canción que sonaba en esos momentos por la radio.
- ¿Qué haces? –grité tratando de callarlo.
- ¡evito que digas “no”!
Subió más el volumen. ¿Qué pensaba Cristian? ¿Qué podía cruzar por su mente?
Cerré los ojos un poco fastidiada. El camino se hizo pedregoso y con resaltos. Empecé a intuir hacia donde nos dirigíamos.
- ¡no lo puedo creer! –dije llevándome la mano al tabique mientras intentaba contener una sonrisa –eres tan….
- ¿impredecible?
- Más bien absurdo.
Apagó la radio. Se bajó del auto y caminó hacia la defensa de este.
- ¿Qué hacemos aquí? –grité desde el interior de este.
Lo vi llevarse la mano a uno de los bolsillos traseros de su pantalón y sacar un pequeño cilindro blanco y diminuto. Mas bien… ¡un cigarrillo!
Me bajé a trompicones del auto corriendo hacia el. Ya lo tenia en sus labios apunto de encenderlo.
- ¿Qué haces? –dije quitándoselo de un zarpazo.
El me miró confundido con la mecha encendida.
- ¿fumas? –farfullé -¿no sabes cuan dañino es eso para tu salud? ¡eres un tonto!
El seguía en silencio mientras guardaba el encendedor.
- Sabia que no podía hacer esto en frente tuyo –admitió.
- Ni siquiera a escondidas –espeté arrojando el cigarro por los aires.
- ¿Por qué lo haces? –preguntó el con la vista perdida.
- ¿Por qué hago que?
Me recosté a su lado.
- Te alarmas por esto.
Guardé silencio.
- Es lo que haría por cualquier persona.
- No seas mentirosa.
Esbocé una media sonrisa.
- Bueno… -siseé –tu me has dado varios consejos era hora de
regresártelos ¿no?
Se carcajeó.
- Sabas que no servirá de nada ¿cierto?
Lo miré de reojo, parecía distraído las luces mortecinas de la tarde le dan un aspecto ojival y misterioso. Su perfil marfileño más inocente e infantil que nunca.
Volvió a reír.
- ¿puedes aceptar a alguien con todas sus manías?
Reflexioné por unos segundos, si el lo hacia conmigo… ¿Por qué no…?
- No lo se…
Su mano se acercó curiosa y espontanea hacia la mia tomándola de
sorpresa. Fruncí el ceño ruborizada.
- ¿Qué? –preguntó al ver mi expresión de rubor.
- Esto ya es raro.
La apartó rápidamente. -¿te molesta?
- Eso es lo extraño –confesé.
Se carcajeó con dulzura.
- ¿sabes…? –rio antes de continuar –en el fondo eres muy agradable.
Lo golpeé en el brazo con toda la fuerza que fui capaz.
- Golpeas como niña –se quejó entre risas.
- Vaya ¡que descubrimiento!
El me miró por unos momentos soltando una carcajada que me contagió.
- Deberías hacer esto mucho mas seguido –se acomodó sobre el capó del auto, abrazando sus piernas. Dudé en acomodarme de igual forma por miedo a arruinar mi vestido.
- Quizás –fue lo único que pude decir.
- Me refiero a lo de reírte.
- Ah –suspiré.
- Cuando miré la cámara y dije que me gustaba una fotografía –se miró los pies, percibí algo de rubor en sus mejillas –me referia a la única que… -se calló.
- ¿si?
- Tu risa se veía natural.
Guardamos silencio.
- Es un bonito lugar –murmuré.
- ¿quieres escuchar música?
- ¿cantaras?
Saltó desde el capó del autp hasta quedar enfrente de la portezuela.
- No. –entró y encendió de nuevo la radio. Se volvió a subir nuevamente esta vez quedando de pie.
- Sube –me pidió.
- Estas loco –musité dándole la espalda.
- Lo se –se acercó levantándome por los hombros de improvisto.
- ¡oye! –grité.
- Vamos a bailar –dijo cuando ya me había subido de un todo tuve que sostener varias veces mi vestido para que no se levantase con los fuertes brisones que nos rodeaban.
- ¡we found love! –gritó el con entusiasmo, me reí mientras el continuaba coreando desastrosamente la canción.
- He descubierto algo mas de ti –grité, el continuo bailando.
- ¿Qué?
- Eres un pésimo cantante.
Se carcajeó.
- ¿no te da miedo arruinar el auto de tu padre?
- No.
Traté de agarrar mi falda una vez mas pero accidentalmente tropecé con uno de sus brazos. Perdiendo ambos el equilibrio, el intentó aferrarse a mi camisa desgarrando la manga de esta irremediablemente caimos al suelo. Di un grito ahogado, cuando me sentí caer. A el solo le escuché reírse.