Capítulo 45

25 2 0
                                    

Corrí hacia mi habitación empapada en lágrimas.

— ¡Eres un estúpido! —chillé aferrándome en la baranda de las escaleras —¿Con que derecho? ¿Ah? ¿Con que derecho vienes a mi casa a decirme estas cosas?

— Adiós Caroline.

La puerta se entreabrió al momento en que el pretendía salir. Alcanzó a tropezar con el cuerpo que recién entraba.

— Lo siento — musitó —adiós, Señor Smith. Salió casi huyendo.

Los ojos de mi padre se posaron inmediatamente en mí, y en las lágrimas que no dejaban de salir. Contuve un sollozo cuando el arrojo su maletín sobre el mueble y corrió hacia las escaleras. Estaba hiperventilando.

— Mi niña —susurró. Me rodeó con sus brazos —¿Quién era ese? ¿Qué te hizo?

No respondí. Oculté mi rostro en su camisa arruinándola por completo.

— ¿Por qué lloras, te ha lastimado?

Me negué.

— oh —colocó su mano sobre mi frente —¡Estás ardiendo! —me alzó en vilo —vamos de vuelta a tu habitación.

Di un grito ahogado. Las agujas de la intravenosa me lastimaban. Él se percató de inmediato bajándome y solo tomándome del brazo para ayudarme a ir devuelta a mi cuarto.

— Deja de llorar pequeña —secó mis lágrimas —Por favor.

Me mordí los labios. Me tomó de la mano ayudándome con delicadeza ir devuelta a la cama. Mamá estaba entregando mi carta de solicitud y esperando la respuesta de mi citación para el examen de admisión. El ayudó a acomodarme nuevamente, Martha se hizo presente para indicarle que las pastillas contra la infección pulmonar. Guardó silencio al pie de la cama mientras yo seguía llorando en silencio. Podía ver los matices de desesperación ir y venir en las facciones de su rostro, transfigurado por la preocupación.

— Caro —me llamó en susurros, pensaba que me había quedado dormida.

— Mmm.

— ¿Qué pasa? —posó su mano sobre mi mejilla —¿Por qué has estado llorando?

— Nada papá, me duele el cuerpo.

— Tenemos que hablar —me acomodé en los almohadones.

— ¿De qué?

— Hoy, me encontré con una de tus maestras. Me preguntó que si que habíamos hecho con respecto al incidente que tuviste con uno de tus compañeros. Que ha sido repetitivo.

Un ardiente rubor subió a mis mejillas rápidamente.

— No fue nada. El sin querer me empujo y me lastimé la frente.

— ¿Por qué no nos dijiste?

— Fue un accidente —recordé —nada de qué preocuparse.

— Basta de esto —su voz fue quejumbrosa y agria —hace días que pasan cosas extrañas en esta casa, nadie lo comenta, todos lo ignoran. Eres mi hija y ni siquiera te conozco. Ya no somos una familia —musitó de forma lúgubre —hace tiempo que quería tener esta conversación contigo.

— ¿Y eliges este momento? —refunfuñé.

— Sé que no es el más indicado. Pero...

— Papá, ni yo misma me conozco —chillé con voz quebrada —han pasado muchas cosas. Ya no soy tu niña pequeña.

— Lo sé. Y también sé que piensas que no me importas, pero no es así. ¡Eres mi hija! No hemos sido unos padres ejemplares, Rose y yo lo admitimos. Pero, tus actitudes de estos últimos días me muestran que todo se ha salido de control. No quiero pensar que tu este, ya sabes.

— ¿Qué?

— Teniendo malas compañías. —lo miré sorprendida.

— ¿No les basta con que sea la mejor estudiante? —refunfuñé enojada —tú y mamá no pueden controlar con quien comparto mi tiempo.

— No me refiero a eso.

— ¿Entonces a qué? —soné desafiante. —aquí mi único problema es que soy una niña tonta perdida, insegura y estoy perdiendo algo que en verdad me importa por temor, si es lo que querías saber. Ah, por cierto no consumo drogas si es lo que en verdad te preocupa.

— Lo que me preocupa —me interrumpió con suavidad —es que pareces agobiada, no estás enferma físicamente también del alma. Eso es lo que me preocupa —musitó besando mi mano delicadamente.

— Siempre estuve enferma —confesé con tono solemne. —solo que ahora no me da pena mostrárselo al mundo.

Cerré los ojos dejando escapar otro par de lágrimas.

— siempre lo estuve, y ustedes que eran mis padres no lo supieron ver. El agachó el rostro ruborizado. Había dado en su punto débil. Su indiferencia hacia mí, la forma en que me dejaron abandonada en las profundidades de mis depresiones y tristezas, que nunca notaron. Porque a pesar de haber salido de su carne de sus entrañas, mis padres nunca me conocieron. Nunca supieron que libro había causado un impacto en mí, que películas me hacía llorar. Porque me esforzaba tanto en ser buena en todo lo que colocaron en mi camino para aprender.

Nunca quisieron notar que su niña tenía rarezas. Que se quería morir del hambre esperando a que ellos lanzaran una mirada de atención.

— Y a veces es muy tarde —susurré —para empezar a curar que ha estado dañada desde hace mucho tiempo.

— Lo siento hija —chilló —lo siento tanto.

— No papá, no lo sientas ahora.

— ¿Qué puedo hacer, Qué hago para remediarlo? —apretó mi mano ——quiero ayudarte.

— No es necesario. Alguien más ya lo hizo. Aunque al parecer no tuvo éxito —modulé un poco la voz. — Es muy difícil curar una enfermedad del alma.

ainz�7��D�

¡Sonríe, Caroline! (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora