Capitulo # 30 ¿Amor? Si, ¡amor!

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Me deslicé por la puerta de la cocina sin ser vista en absoluto era una gran timadora.

Cristian me había pedido que lo acompañase a ver a los niños de hospicio era sábado pro la mañana y mi madre ni de broma me dejaría salir. Estas eran las partes que mas amaba, el nervio, la zozobra de saberme descubierta el esperando para irnos juntos. 

Habían en mi una creciente rebeldía que a decir verdad ya no me sentía capaz de controlar.

Volaba, saltaba, rememoraba y atesoraba cada segundo en su presencia. Esa tarde en el hospicio reímos en compañía de los niños ante sus bromas y chistes. Recordé la primera vez en aquel lugar y le diferencia era abismal. 

Cristian ayudaba a Molly con una ensalada para los niños mientras Shayla y yo revisábamos viejas revistas de moda, buscando un diseño para su madre que lo necesitaría en días siguientes. Los demás chicos revoloteaban por allí con su animo exaltada y juguetón dándole vida y animo a toda la casa.

Seguí revisando, cuando uno de los niños accidentalmente tropezó a Cristian en la mesa ubicada en la cocina, haciéndole titubear la mano en la cual sostenia el cuchillo el lanzó un grito ahogado. Haciendo que todos se dieran vuelta a verle. 

Se había herido, en su dedo anular.

La sangre comenzó a fluir con rapidez de su dedo. Molly corrió a una esquina de la cocina en busca de una toalla, el miraba la herida en silencio y con una mueca de dolor casi imperceptible. Me levanté de inmediato entre el aspaviento de algunos niños que huian de la sangre espesa de su dedo.

- Déjame ver –tomé con delicadeza su mano, el hizo otro mohín soltando la hemorragia nuevamente.

Era una herida profunda, probablemente de dos o tres puntadas.

- ¿Qué? –dijo el, y el dolor surcó cada una de sus expresiones. Un sentimiento extraño me congeló el pecho. ¡Su dolor me dolia!

- Hay que ir a un hospital –musité tratando de impregnar toda la calma posible a mis palabras.

- ¿es grave’ –entrecerró los ojos ya angustiado por los gritos de los niños a su alrededor.

- Minimo dos puntadas –fui sincera.}

- Cristian –Molly se acercó con una compresa desechable en sus manos.

- Molly lo llevaré a un hospital.

Ella se detuvo apesumbrada y triste. –no es nada grave. –sonreí tenuemente –solo dos puntadas.

Pareció relajarse.

Tomé a Cristian del brazo, mientras Molly ataba a su dedo la compresa desechable como medio para detener la hemorragia. Caminamos hacia la salida, tendríamos que llegar hasta el auto sin que el se desmayase. 

Su rostro palideció al ver que la sangre seguía emanando de forma incontenible. Le abracé por la cintura aproximándonos hasta el auto, el rozó mis cabellos con sus labios.

Finalmente llegamos al auto, subimos presurosos y de igual forma conduje de prisa hacia e hospital. 

Por emergencias entramos de inmediato.

Ya en la camilla en esperas del doctor que nos atendería, el comenzó a tararear una canción de cuna con vzo nerviosa y entrecortada. 

~hay una tierra mas allá de arco iris, donde sueñas despierto…

No hay tristezas, ni nubes negras…

Hay una tierra donde las hadas vuelan y tu sueñas sin estar dormido…, princesa…

Las hojas vuelan y se enredan en un canto eterno de amor sincero…

Donde eres rey y reina de tus pensamientos…

Hay una tierra mas allá del arco iris, donde reinas cuando sueñas despierto…~

Jamás había escuchado esa canción, en su voz bajita y suave se me antojaba un tanto agradable y lúgubre.

- ¡callate! –musité su voz nerviosa parecida al de un enfermo declive hizo que mis nervios se tensionaran.

El rió débilmente.

- ¿le temes a la sangre? 

- No –presionó mas su herida. Noté que su camisa se había ensuciado un poco.

- Bueno –la doctora apareció con los enseres de curación -¿Qué tenemos aquí? –tomó la mano de Cristian –un corte ligero… nada de profundidad. Sanará rápido.

- Creo que se tomará dos puntadas ¿no? –intervine con voz timida.

La joven doctora me miró consintiendo.

- Si. 

Cristian rió perturbado, ella procedió a limpiar. –bien –dijo tomando una jeringa con la anestesia –solo será un pinchazo.

El se quejó adolorido y contrariado, verlo de esa forma no pude evitar reirme. Me miró un poco fastidiado por lo que contuve las carcajadas. 

Luego de las puntadas, esperamos unos minutos a que trajeran el recetario con los calmantes que tendría que utilizar. 

El observaba su dedo, mientras yo admiraba los bucles de su frente y el tierno rubor de sus mejillas. La expresión infantil y vulnerable de su rostro me hacían recordar los querubines de las pinturas medievales. 

Esa sensatez y complexión de felicidad, hicieron darme cuenta que había roto mis propios juramentos. Aunque jamás lo admitiría, esa tarde en esa sala de emergencias había descubierto que era todo esto. ¡Estaba enamorada de mi mejor amigo!

- ¿Qué? –preguntó al ver que lo observaba como una tonta.

- Nada –torcí el gesto ruborizada.

- Supongo que ya no volveremos al hospicio.

Miré m i reloj un tanto insegura.

- Creo que no.

Observé una vez mas como su frente desdibujada varias arrugas. Allí en ese momento me di cuenta que era cierto. Cuando encontrabas a alguien que te aceptaba, que creaba contigo una especie de conexión comenzabas a ver perfeccion en sus rasgos y actitudes mas imperfectos.

Lo amaba. Y tenia miedo por que sabia que se aproximaba el fin de año y la ida a la universidad, porque no sabia si el sentía lo mismo. Y porque en lo mas profundo tenia miedo porque yo era experta en arruinar las cosas buenas.

¡Sonríe, Caroline! (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora