Capítulo 48

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Me tomó en brazos abrazándome fuerte, sus manos alzaron mi cintura haciéndome carcajear. Acaricié su enmarañada cabellera. Dio vuelta colocándome devuelta al piso.

—Creo que es hora de que vayas a casa —musitó—jugueteando con mi cabello.

Fruncí el ceño divertido.

—¿Por qué? —me solté suavemente de su abrazo —¿tienes miedo de que tus padres me vean aquí?

Se carcajeó suavemente.

—No —tomó mi mano —pero esta a punto de llover —miró las grises y encapotadas nubes que nublaron el día mas maravilloso de mi vida –y Mike me dijo que estuviste muy enferma.

– ¡Mike! –exclamé apenada –tengo que disculparme. Le llamé estúpido y el solo intentaba ayudar –me ruboricé. –el se lo ganó me llamó inmadura y egoísta. –se carcajeó suavemente, tomando un mechon de mi cabello.

– Si claro, el y yo tendremos una charla seria después –me guiñó un ojo.

Sonreí.

– es hora de ir a casa –volvió a recordarme. –no quiero que vayas a morir de gripe. ¡acabo de aceptarte como novia! –se bufó con un tono dramático.

– Bien –asentí soltando nuestras manos entrelazadas –me voy. –el me retuvo por un momento.

– Espera –pidió con dulzura.

– ¿Qué?

– Golpéame.

– ¿Qué haga qué? –inquirí extrañada.

– Aun no creo que esto esté ocurriendo –lo miré frunciendo el entrecejo.

El soltó una carcajada bajita.

Di dos pasos hasta el dándole un fuerte puñetazo en el hombro, lo vi tambalearse por unos segundos. Para soltar un quejido de dolor.

Me carcajeé fuerte al verlo acariciarse el hombro para apaciguar el dolor.

– ¡Ouch! –se quejó. Me acerqué a revisarle, el retrocedió unos pasos —¡bah! ¡caíste! –se carcajeó –aun sigues golpeando como niña –aún estaba arqueado por el dolor, disfrazándolo con una enorme sonrisa.

– ¿quieres otro? –le ofrecí –para confirmar si estas despierto.

Abrió los ojos como platos.

– No –se negó rápidamente –ya sé que estoy despierto.

Me carcajeé.

– si como digas. –empecé a caminar hacia el auto.

– Caro –me detuve –suerte con lo de tu examen.

– Igual a ti. –sonrió.

– ¿nos vemos mañana? –preguntó con expresión infantil.

– ¿quieres?

Asintió.

– hay un parque de diversiones en la 101. Podemos ir, claro está. Tienes que pagar; ya que fuiste tú quien me pidió salir.

– ¿Qué? –inquirí fingiendo indignación.

– Es broma. –esbozó una hermosa sonrisa torcida. –nos vemos mañana.

– Tienes que saber algo –musité apenada.

– ¿Qué? ¿no puedes ir?

– No. Vomito en la montaña rusa. –confesé.

Él se carcajeó. –puedo lidiar con eso.

Sonreí entrando al auto. Me despedí con una sonrisa.

Y conduje de regreso a casa para presenciar el sermoneo de mamá sobre mi irresponsabilidad. Aun así nada podía arruinar aquel día, en el que sentía podía dominar al mundo.

– ¿se puede saber dónde estabas? –fue lo primero que gritó mamá cuando me vio cruzar el vestíbulo. –estaba muy preocupada. ¡acabas de salir de una fuerte neumonía! ¡¿en que estabas pensando?!

Reí sutilmente colocando las llaves en el stand de siempre.

– Ya estoy aquí –respondí con calma –estoy bien.

– No sabes lo preocupada que estaba –se quejó –¿Por qué me haces esto? Vas a matarme de rabietas.

– Ya mamá –me quejé sonriente. Caminando hasta ella y abrazándola con cariño.

Ella me miró como si estuviera en frente de una loca de atar.

– Tal vez nunca lo haya dicho –musité pegada a su pecho –aunque hayas sido una pésima madre, un poco negligente y hasta egoísta. –sonreí –te quiero. Y también a papá.

– ¿Caroline? –me apartó delicadamente de su espacio vital. –¿has estado bebiendo?

Me carcajeé. –no.

Volvió a mirarme fijamente. Esta vez, asustada y confundida.

– Bien. –movía la cabeza como si estuviera meditando muchas teorías del porqué de mi comportamiento. –¿te sientes bien?

Asentí.

– nunca me había sentido mejor.

– ¿Quién eres? –preguntó arrugando el entrecejo –y ¿Qué hiciste con mi hija?

Volví a reírme.

– Ya mamá. –caminé hacia las escaleras –voy a estudiar un rato.

– ¿estas segura de que te sientes bien?

– Bla bla –le ignoré juguetonamente.

Repasé mis libros el resto de la tarde. Luego de cenar me quedé dormida.

Soñando por primera vez con un futuro, juntos y un millar de planes que directa o indirectamente lo incluían.

Sintiendo más feliz de lo que nunca fui.

Sintiéndome más humana que nunca.

Sintiendo por fin que la vida no era perfecta, pero como venía era maravillosa.

¡Sonríe, Caroline! (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora