Capítulo 59

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Caroline sonrió al ver mi rostro desvanecerse. Creyó estar sola, nunca se percató que a pesar de todo de estas barreras yo siempre estuve a su lado escondido entre sus sonrisas llorando con sus lágrimas, cuidándole los sueños. Como lo haría siempre.

Observándole escribir, leyendo las letras. Sé que mi partida fue repentina nunca quise dejarla, nunca quise verla herida.

Me había demostrado que tenía la fuerza suficiente para ganarse la batalla así misma y recuperar el tiempo que se había robado sufriendo la vida, en vez de vivirla como debía ser.

En mis últimos momentos siempre fue ella quien estuvo presente. Entre las imágenes borrosas y la dura aceptación de que no estaría más a su lado.

Un día le prometí no enamorarme, un día le pedí que no s aferrara a mí. Y fui yo quien rompió aquella promesa.

Fue su ego maltrecho ante mis palabras, su orgullo ante mí, lo que me hizo perder la cabeza.

Un espíritu libre encerrado en el dolor psicológico. Cuidaba cada detalle. No se permitía perder el control, porque no se permitía ser feliz. Lo que siempre me aterraba era saber que algún día partiría, se alejaría de mi lado.

y... ¡Demonios! Me había vuelto lo suficientemente egoísta como para dejarla irse. Tenía planes, tenía sueños que no la inmiscuyeron hasta la noche en se entregó a mí en cuerpo y alma. Creía que yo sólo lo hacía por amistad, ignoraba que desde hace tiempo la había estado soñando, la había estado añorando entre las páginas de un cuaderno donde plasmaba todas las leyes que aquel espíritu enjaulado había inspirado.

Ella ignoraba las sonrisas que se me escapaban cuando veía su rostro contrariado y sería ante mis bromas.

La forma en que se mordía los labios cuando adivinaba las intenciones ocultas debajo de sus ademanes metódicos.

Luego todo cambió ¡Zas! Se alejó, hirió mi amor propio, huyó confundida y no puedo culparla, había enredado todo, le había encasillado en una posición y luego le salté de repente.

Un choque de emociones que la bloqueó, se alejó dándome la más pobre de las excusas. Se creía incapaz de amar, pretendía ocultarme que no estaba loca de amor de la forma en que yo lo estaba por ella.

Seguía negándose el chance a ser feliz. Se había metido en laberintos, gobernados por la razón. En vez de dejar que las cosas rodaran por su propio cauce. Sonrió ante la mueca de Carlos que tomaba su mano amistosamente. Había curado su alma, había renacido desde las cenizas.

Carola, ¡Cuánto quisiera ser yo el que sostiene tu mano en estos momentos!

Quisiera regalarte el mundo. Soñé con tenerte a mi lado.

Pero el destino tenía otros planes, distintos a los que habíamos planeado. Y en cambio me ha usado para darte vida, y que a su vez tú se la des a Carlos. A quien admiré, tú me hacías recordarlo desde el primer día.

Caroline...

Te amo, se feliz.

Te entregué todo. Aunque no lo supiste, nunca supiste la alegría inmensa que tuve el día que apareciste en mi puerta. Quise llenarte de besos, no supiste el consuelo que me diste. Curaste mis aflicciones. El escuchar aquellas palabras de tus labios cuando dijiste que creías en mí, me hizo caer en cuenta que ambos nos pertenecíamos. Fuiste la ninfa perdida en un cuento de hadas incorrecto. Y es ahora cuando comprendo que nunca fui tu príncipe.

Él te mira y sonríe de una forma en que jamás le vi hacerlo.

Él te mira y es más humano y sensible de lo que nunca fue.

Él te mira y entiendo que mi presencia en tu vida fue precisa para reunir a las dos almas perdidas y contrariadas que vagaron sin rumbo fijo por los confines de una existencia vacía.

Carlos te mira y me doy cuenta que es el comienzo de algo, y no puedo estas mas feliz por ellos.

Pero eso, es otra historia.

« Fin.»

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¡Sonríe, Caroline! (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora