Capítulo 42

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Acomodé mi cabello antes de salir al porche a recibir a Cristian, quien por cierto me había convencido por todos los medios para pasar por mí a estas horas. La noche era oscura como boca de lobo, no había estrellas y serios indicios de lluvia, había luchado por el permiso, fue un arduo trabajo de convencimiento para con mamá.

—¡Me voy! —grité girando la perilla en la puerta, tirando esta tras mío.

Observé desde las escalas del jardín su pelo enmarañado y su camisa informal. Respiré con tranquilidad por haberme decidido por unos jeans casuales y una camiseta estampada en letras negras con su canción favorita –un regalo suyo –caminé lentamente hacia el auto encendido. El abrió la puerta desde el interior de este.

—Hola —musité conteniendo una sonrisa. — ¿listo?

Él sonrió tenuemente. —¿Cómo estás?

—Bien —me mordí el labio inferior un poco tensionada.

—Bueno, nos vamos —musitó colocando el vehículo en punto muerto e iniciando nuestra marcha.

El camino al lugar de la fiesta fue silencioso y un poco incómodo, deseé por un momento que aquella noche jamás hubiese existido. Que continuáramos siendo los amigos leales que no debían sentirse incómodos por nada, sin embargo no podía ser así, lo percibía en el ambiente. En cada movimiento suyo, tan fingido...

De vez en cuando rozaba mis cabellos con sus labios y me tomaba de la mano, mientras el mundo giraba entre la locura de la música que nada de agradable era. El humo de los cigarrillos y el sudor de las personas. Era una noche fría, sin embargo en medio del salón principal el ambiente era tan caliente como un medio día de verano.

Mike nos hizo compañía en los momentos donde nadie lo arrastraba a la pista de baile, o donde no se estaba muriendo por falta de aire.

Permanecimos en silencio la mayor parte de la noche, a excepción de las palabras que musitábamos cuando alguien se acercaba a ofrecer bebidas.

Él fumó, yo ni me inmuté. A él se le ofrecieron para bailar, yo miraba en silencio fingiendo ignorar todo aquello. Hubo un momento en que decidí salir a tomar aire, quería evitar recordar los sucesos de aquella noche. Quería que el olvidara eso, que no lo recordara.

Pasar una página imaginando que no significó nada para Cristian, aunque en el fondo sabía que no había sido nada. Por más que lo quisiera no quería empezar algo que de una u otra forma acabaría mal. Porque así seria.

Acabaríamos mal.

Era mejor ignorar, olvidar, echar en una caja de recuerdos lo que pasó esa noche.

Me recosté sobre la baranda del porche, entrecerrando los ojos suavemente para despejar la vista que se me comenzaba a nublar a causa de la somnolencia.

Una pareja de jóvenes intercambiaban besos en la oscuridad del jardín. Una lluvia fina y tranquila comenzó a desencajar la noche. La fiesta no pararía.

Suspiré al ver como esta se tornaba más fuerte y más fuerte, al punto de no dejar ver nada aparte de la gruesa capa de gotas que rodaba rápidas por el tejado y salpicaban mi abrigo.

—¡Allí Estás! —Cristian se acercó abrazándome por la espalda — ¿Por qué te perdiste?

—Necesitaba respirar —me aclaré la garganta alejándome con disimulo de su caluroso abrazo.

—Caro, necesitamos hablar —sus ojos se tornaron inexpresivos y misteriosos.

—¿aquí? —inquirí soltando una bocanada de aire.

¡Sonríe, Caroline! (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora