Capítulo 22.-

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Hizo que volviera a tumbarme sobre la cama y, tras ponerse un condón, se colocó encima de mi sin dejar ningún peso sobre mi cuerpo. Ni si quiera me lo esperé cuando unió nuestros cuerpos de repente, con sumo cuidado, pero con más fuerza de la que usó la vez anterior, haciéndome gemir contra sus labios, que se aproximaban a los míos para besarlos.

Comenzó a moverse en mi interior, cada vez con más velocidad y fuerza, consiguiendo por mi parte cientos de gemidos, que cada vez salían de mis labios más seguidos y en un tono de voz más alto.

—Daniel me... me gustas mucho. —murmuré entre gemidos, cerrando mis ojos, queriendo disfrutar al máximo de aquella situación.

No dijo nada, si no que comenzó a besarme el cuello, mientras aceleraba el ritmo al que novia su cadera, que chocaba contra mi cuerpo una y otra vez.

Llegamos al orgasmo tiempo después, soltando al unísono un suspiro de placer, busqué sus labios, con ansias de besarlos aunque mi respiración siguiera agitada. Se dejó caer junto a mi, siguiendo el beso que yo había comenzado y, cuando ambos nos quedamos sin aire, se levantó, se quitó el condón y lo tiró a la papelera de mi habitación.

—Mierda, tengo que irme. —murmuró pasando su mano a través de su pelo, dejando que sus dedos se enredaran en los mechones.

—¿Nos vemos esta tarde o mañana? —pregunté buscando mi sujetador con la mirada.

—Con suerte esta tarde, te llamaré en cuanto pueda. —respondió sonriendo levemente y, sin decir nada más, cogió mi sujetador de debajo de la cama y me lo tendió para que lo cogiera.

—Vale, hasta luego. —murmuré mordiendo mi labio inferior y enderezando mi cuerpo en la cama.

Mis labios buscaron los suyos con ansias de besarlos con intensidad y muchas ganas, pero él simplemente dejó un suave y delicado beso sobre mi nariz y cogió su ropa del suelo, para luego vestirse y salir de mi habitación sin articular una sola palabra. Segundos después oí sus pies chocar contra los escalones y, momentos más tarde, como la puerta se cerraba.

En esos instantes me di cuenta de algo que no encajaba en mi mundo, en mi modo de ver la vida. Lo cierto era que nunca había tenido una relación así con un chico, me refiero a no tener nada oficial pero mantener relaciones sexuales, bueno, nunca había tenido relaciones eróticas pero ni si quiera me había liado más de dos veces con un chico sin que fuera mi novio. Sé que la gente llamaba este tipo de relaciones de una manera muy vulgar: folla-amigos, era el término más estúpido pero el más usado.

«Estás loca por ese chico. —me dijo mi subconsciente mientras yo me ponía en pie y buscaba cada pieza de mi ropa por toda mi habitación.»

Aunque no quisiera admitir la realidad, aquello era cierto, no sabía como, pero lo entendí en el momento en que entró en mi casa y me besó con intensidad, justo entonces una sensación de satisfacción me recorrió el cuerpo, consiguiendo que comprendiera que me estaba volviendo loca por Daniel.

«No puedes estar tan loca por un chico así como así. Hace a penas unas horas que lo has conocido. —me reprochó mi mente.»

En parte mi subconsciente tenía razón, no sabía como había podido pasar, de un momento a otro ya me gustaba Daniel, y eso era prácticamente imposible.

Aún así, una cosa tenía clara, no estaba enamorada de él y, francamente, no creía que fuera a enamorarme nunca de él, no era la clase de chico con el que había soñado estar el resto de mi vida.

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora