Capítulo 33.-

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Estábamos en un tercer piso, donde se encontraban todas las oficinas de los distintos psicólogos, en la planta baja había distintas salas de espera, una por cada psicólogo, además de dos recepciones, atendidas por gente muy amable, la segunda planta estaba repleta de consultas y, por último, la cuarta planta era un inmenso almacén con los expedientes de cada uno de los pacientes y trabajadores del hospital. Sabía que mi nombre constaba en una de las carpetas que llenaban el almacén y no podía evitar pensar qué diría de mí.

—He pedido una pizza vulcano con Jamón York y queso. —me informó Ian mientras se acercaba a mí lentamente.

—Me encanta esa pizza. —comenté sonriendo, girándome hacia él, topándome con sus penetrantes ojos oscuros clavados en mis pechos.

—¿Y tienes alguna otra cosa que te encante? —susurró, acercándo sus labios a los míos, a punto de juntarlos.

—Sabes que sí. —aseguré en un susurro, justo antes de besarlo lenta e intesamente.

Agarró mi culo, empujando de mí hacia arriba, haciendo así que rodeara su cadera con mis piernas, con la fuerza suficiente para no resbalarme y caerme al suelo. Agarré su cuello con ambas manos, consiguiendo así que sus labios se pegaran más a los míos y nuestros cuerpos se entrelazaran.

La pasión y el deseo eran palpables en aquella situación, estaba claro que ambos queríamos hacerlo, y, ¿por qué no? Las paredes estaban insonorizadas.

Ian mandó recibir las paredes de un material, formado por corcho y una sustancia extraña, que conseguían que no se oyera nada de lo que pasaba en el interior de la sala, todo ello una semana después de que comenzáramos a salir. En más de una ocasión habían llamado a la puerta preguntando qué ocurría o si estábamos ambos bien.

Ian se sentó sobre su silla de escritorio, dejándome a mí sobre él a horcajadas, aún besándonos y sin separar nuestros cuerpos ni un sólo milímetro. Comencé a desabrochar su camisa, mientras sus manos apretaban mi trasero con fuerza y pasión, sobre la tela del pantalón.

La ropa cayó con rapidez, las ansias de sexo se habían apoderado de nosotros en escasos minutos y ya era imposible parar. Cogí un condón del segundo cajón de su escritorio, para luego abrirlo rápidamente y ponérselo como es debido, todo ello mientras sus fuertes dedos masajeaban con brusquedad mi clítoris, haciéndome soltar por mi boca gemidos altos e irregulares. Apoyé mis manos sobre sus hombros, para luego levantarme de la silla, apoyando mis piernas a ambos lados de las suyas, posicionándome sobre su erecto miembro, lista para comenzar a otorgarnos placer a ambos.

Me dejé caer sobre él, introduciéndolo en mi interior con brusquedad y dureza, provocándome una sensación de gran placer en el cuerpo. Comencé a moverme lentamente, haciendo que su miembro entrar y saliera de mi interior, torturándole, pero consiguiendo de su parte varios gemidos excitantes.

—Joder... Nena... —murmuró entre gemidos, acompañando mis movimientos por sus manos, posadas en mi cadera.

Sonreí satisfecha, viendo en su rostro reflejado todo el placer y excitación que le estaba dando con mis movimientos. Por mi parte, los gemidos no dejaban de salir de entre mis labios, estaba claro que me encantaba hacerlo con Ian, y a él le encantaba hacerlo conmigo.

Seguí así, con lentitud, hasta ambos llegamos al clímax y nos corrimos, casi al unísono, para luego levantarme de la silla y besar sus labios lentamente, mostrándole todo mi cariño y amor con un sólo beso.

Sonrío sobre mis labios y se quitó el condón, para tirarlo en la papelera situada debajo de su mesa.

«En ese cubo de basura habrá por lo menos diez condones. —pensé, mientras recogía mi ropa del suelo.»

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El final de esta preciosa novela está llegando a su fin, a penas quedan unos 7 capítulos, por lo que espero que la estéis disfrutando al máximo y que os guste mucho. No todo va a acabar como parece, por lo que esperad ansiosos a los próximos capítulos, las cosas pueden cambiar en apenas unas palabras.

Lo cierto es que ni yo misma sé cómo va a acabar la novela, lo vais a decidir vosotros.

¿Queréis que deje el final sin epílogo para poder hacer una segunda parte de esta novela en un futuro?

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora