Capítulo 25.-

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Se acercó a mí y acarició mi mejilla con una de sus manos, haciendo que un escalofrío me recorriera la columna vertebral, pero aquella sensación era distinta a las que había sentido con Daniel, era como una punzada en el corazón.

Me besó, sin decir una sola palabra, simplemente juntó nuestros labios en un profundo beso, que yo, segundos después, rechacé, separándome de él bruscamente y dando unos cuantos pasos hacia atrás, alejándome de él.

—¿Qué significa esto? —pregunté por fin, tratando de mantener la calma y rompiendo el silencio que se había adueñado de la habitación.

—Voy a ser sincero contigo. —suspiró y se sentó al borde de su cama, que estaba algo deshecha, tras coger su camiseta y ponérsela.

—Sí, creo que ya va siendo hora. —comenté, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

—No eres a la única a la que follo. —admitió pasándose la mano derecha por el pelo.

—Pensé que era especial... —murmuré para mí, con los ojos llorosos, mientras bajaba la cabeza para mirar el suelo.

Daniel no dijo nada, simplemente me observó detenidamente y soltó un sonoro bufido, acompañado de una breve carcajada que me heló la sangre, haciéndome ver una parte de él que nunca habría imaginado que tendría.

—¿Qué quieres? ¿Qué te diga que te quiero? —preguntó con una sonrisa maliciosa en el rostro.

Me pasé el dorso de la mano por los ojos, secando momentáneamente las lágrimas que amenazaban con salir y empapar mi rostro.

—No, que me digas de una vez qué coño quieres de mí. —respondí, haciendo uso de todo el valor y fuerza de voluntad que quedaban en mi anterior.

—La lujuria que me provocas, quiero tu cuerpo. —admitió dando lentos pasos hacia mi, hasta que quedamos a escasos centímetros el uno del otro.

Volví ha dar unos pasos hacia atrás, apartándome de él de nuevo, pero, para mi desgracia, mi espalda chocó contra la pared de su habitación.

—Pienso recuperar todo el tiempo que he perdido a tu lado y todas las cosas que me has quitado. —aseguré, llenando mi cuerpo y mente de la ira que hacía escasos momentos había aparecido en mí

—Te quité la virginidad y eso no lo vas a poder cambiar. —comentó con una sonrisa maliciosa en el rostro y una mirada llena de seguridad.

—Tienes razón, aunque me quitaste también la libertad y la dignidad, pero eso si lo voy a recuperar. —finalicé, para luego salir de su habitación con rapidez, pero firme y seria.

Bajé las escaleras, deseando que no fuera detrás de mí, ya se me había hecho demasiado difícil decirle aquello, y si ya si me seguía dudaba el poder hacerle frente y poder salir se allí con mi dignidad de nuevo en pie.

Para mi suerte ni si quiera me llamó, simplemente se quedó en su habitación, esperando a que saliera de su casa, y así lo hice. Aún no podía creer que no me hubiera derrumbado delante de él, pero al salir de la calle no pude contener los cientos de lágrimas que amenazaban con resbalar de mis mejillas y dejé que estas salieran de mis ojos a su antojo.

—Lo odio. —murmuré para mis adentros, tratando de secar las lágrimas por debajo de los cristales de mis gafas.

La vista se me nubló, las lágrimas tanto en mis ojos como en los cristales que me permitían ver conseguían que no pudiera ver ni lo que tenía delante de mis narices.

Caminé hacia mi casa, prefería hablar con Alice más adelante, cuando tuviera mis ideas algo más ordenadas de lo que estaban en esos momentos.

Lo que vi al llegar frente a mi casa me dejó de piedra, no sabía que hacer, simplemente, me quedé quieta.

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora