Capítulo 30.-

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Varias horas después, que se me pasaron absolutamente volando, ya era la hora de que fuera hacia casa de Ian, donde comería e iría a trabajar con él, aquella era mi rutina de todos los lunes, miércoles y jueves, ya que los martes, viernes y fines de semana no trabajaba con Ian, aunque teníamos encuentros sexuales todas las noches y, en varias ocasiones, en su despacho.

Estaba saliendo del recinto cuando una mano me agarró de la muñeca, impidiendo que pudiera seguir andando, intenté zafarme de ese agarre, pero era realmente inútil, aquella persona era mucho más fuerte que yo.

—Nena, por favor. —oí como esa persona comentaba a mis espaldas.

Reconocí la voz instantáneamente, pero habría preferido que no hubiera dicho nada, estaba segura de que me había sentido mil veces mejor cuando no sabía quién era el hombre que me había agarrado, pero ya era demasiado tarde, había hablado, y estaba segura de quién era: Daniel.

—¿Qué quieres? —pregunté molesta, consiguiendo por fin que me soltara y girando todo mi cuerpo hacia él, para poder mirarlo de abajo a arriba, terminando en sus ojos.

No había cambiado nada, seguía siendo el mismo chico que había conocido en aquella fiesta, seguía siendo la persona que me había otorgado tantos momentos de placer en tan poco tiempo.

—Quiero que vuelvas a ser mía. —dijo por fin, tras varios interminables segundos de silencio por parte de ambos.

—Es muy fácil coger como tuyo algo que no tiene dueño, pero, ¿sabes tu problema? Yo ya soy de alguien, me pertenezco a mí misma. Nunca fui tuya y nunca lo seré. —contesté, mostrando lo molesta que estaba por la frase que había soltado como si nada.

—Nunca digas nunca. —me recomendó, haciendo que la comisura de sus labios se curvara hacia arriba, consiguiendo una sonrisa de prepotencia y suficiencia que no veía desde que salí de su casa aquél horrible día.

—Acabo de hacerlo e iba muy en serio, por si dudas de mi palabra. —aseguré, muy convencida de lo que salía de mi boca.

—Estás con Ian, ¿verdad?

—Sí, ¿como lo sabes? —pregunté, algo atónita, muy poca gente sabía que había empezado a tener algo serio con Ian, y que lo supiera Daniel no entraba en mis planes.

—Me lo dijo Tyler, que se lo contó Alice... Aunque tengas novio, conmigo siempre podrás follar, y lo sabes, con un par de movimientos puedes ponerla dura. —comentó, sin abandonar esa sonrisa autosuficiente que en aquellos momentos me producía arcadas.

—Me conoces muy poco si crees que voy a engañar a Ian contigo. No soy de la clase de chicas que ponen los cuernos. —me crucé de brazos, queriendo dejar claro con eso y mi tono de voz que se podía olvidar de mí, ya que no pensaba engañar a mi novio de ninguna manera.

—¿Enserio? Desde el principio pensé que sí, que eras una puta, follamos durante una semana sin parar y sin tener nada entre nosotros excepto sexo. —afirmó, para luego guiñarme un ojo de forma despreocupada.

Aquello sí que fue la gota que colmó el vaso, al principio había pensado que había ido hasta allí para disculparse, diciendo que había cambiado, pero resulta que estaba muy equivocada, lo único que deseaba aquél odioso ser era el placer y la lujuria que yo le provocaba, pero yo no estaba dispuesta a rendirme a sus pies.

Iba a dejar ver quién mandaba allí, quien decidía sobre mi cuerpo, quién era mi verdadera dueña y quién tomaba las decisiones, a todo ello, la respuesta era clara: yo. No pensaba dejar que volviera a reírse de mi y me usara como un condón que se usa y se tira.

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora