Capítulo 24.-

1.1K 50 2
                                    

—¿Puedes venir a mi casa? Joder, te tengo unas ganas... —preguntó sin dejar a un lado el tono ronco de su voz.

—Claro, en cuanto pueda iré. Hasta luego. —respondí sonriendo para mis adentros y imaginando, sin quererlo, lo que tendría preparado para esa ocasión.

Colgué sin esperar que dijera nada más y miré a Alice, que ya sabía lo que le iba a decir o, al menos, lo suponía, muchas veces antes me había disculpado por tener que irme con Daniel en varias ocasiones.

—Ve, gózalo. Y si luego te duelen tanto las piernas que no puedes volver a casa me avisas. —se burló sacando levemente la lengua de su boca, dejando claro que le divertía aquella situación.

—Tu ve con Tyler, pero ponle el condón eh. Que viendo las prisas que tiene siempre al final se le olvidará. —bromee soltando pequeñas carcajadas entre frase y frase.

—Hablamos luego, tonta. —se despidió cuando yo me levanté del sitio y comencé a caminar hacia el final de la calle, en dirección a la casa de Daniel.

—Chao boba. —grité, lo bastante alto para que me oyera desde donde estaba.

Tenía que ser sincera, desde que había empezado a tener esa extraña relación con Daniel había dejado mi timidez a un lado y me sentía extrañamente bien, de repente me daba igual lo que pensara la gente o si las dependientas de las tiendas me miraban mal. En ese aspecto de mi personalidad sí que había cambiado, y, además, había dejado de ser tan inocente como todos decían, pero, en los demás aspectos, seguía siendo la misma Rebbeca que hacía dos semanas.

Caminaba sola, mirando al frente, inmersa en toda clase de pensamientos y sentimientos, cada cual más dirigido a Daniel que a cualquier otra cosa.

Llegué minutos después frente a su casa, me quedé quieta unos segundos hasta que decidí llamar al timbre, obteniendo como respuesta un incómodo silencio. Volví a llamar, esta vez golpee la puerta con mis nudillos, consiguiendo que esta se abriera delante de mi. Entré y cerré la puerta a mis espaldas, haciendo el menor ruido posible, no sabía por qué, pero sentía la necesidad de ser sigilosa.

—Nos vemos mañana, Dani. —oí desde mi posición, era una voz femenina, no cabía duda, pero lo más desconcertante fue la forma en la que lo dijo, era como si estuviera intentando seducir a alguien.

Unos pasos me alertaron de que, al parecer, la chica se estaba acercando a mí, yo no me escondí, no tenía por qué, Daniel me había invitado ha su casa y yo estaba allí, como él quería. Ella entró en la entrada y me miró de arriba a abajo, soltó un largo suspiro y salió de la casa sin decir ni una sola palabra.

—¡Daniel! —grité algo nerviosa y exasperada.

Tenía que admitirlo, estaba celosa, bastante celosa, si no era así, ¿cómo se suponía que debía reaccionar a lo que acababa de ver?

Subí las escaleras en dirección a su habitación, esperando que cuando llegara tuviera lista una explicación razonable para lo que había pasado hacía tan solo unos minutos. Nada más entrar en su cuarto Daniel me miró a los ojos, como si estuviera buscando en mi mirada las palabras exactas para hablar, pero, aún así, permanecía callado, observando como me acercaba a el con paso lento.

Me crucé de brazos, esperando a que hablara, pero no, mantenía la boca cerrada mientras miraba mi cuerpo de arriba a abajo detenidamente. No sabía en qué estaba pensando, pero, al parecer, no estaba meditando que decirme, ya que, en el caso de que estuviera pensando en ello, ya habría hablado.

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora