Cogí aire, lista para enfrentarme a quien quiera que estuviera a mis espaldas y me giré, encontrándome cara a cara con la última persona que esperaba ver en ese lugar: Daniel. Me quedé muda, no sabía qué hacer o decir en aquellos momentos, y parecía que él tampoco, ya que entre-abrió sus labios levemente, pero de su boca no salió ni un sonido.
Nos miramos a los ojos, buscando las palabras que decir en aquellos incómodos instantes, pero nada acudía a mi mente, parecía que mi cerebro ya había comenzado su descanso y no pensaba acudir en mi ayuda, por mucho que lo necesitara.
—Hola, Rebbeca. —me saludó por fin, consiguiendo así que mis labios y mi lengua se movieran para formar palabras.
—Hola Daniel... ¿Al final has conseguido un trabajo? —pregunté, representando todas las pocas ganas que tenía de seguir allí dentro en una sonrisa dulce, pero incómoda.
—¿Prefieres que te lo cuente todo fuera? Aquí hace demasiado calor. —ofreció, mosrándome sus dientes blancos y perfectos en una amplia sonrisa.
Estoy segura que hasta la gente que se encontraba en los despachos pudo oír el largo y sonoro suspiro que solté, que se llevaba consigo toda la tensión que había acumulada en mi cuerpo. Aquella frase me había alegrado el día, por muy simple que hubiera sido.
—Sí, por favor, llevo horas aquí metida y no aguanto más. —le pedí, con la desesperación plasmada en mi tono de voz.
Necesitaba aspirar aire fresco para poder atender a lo que me fuera a contar Daniel.
Bajamos juntos en el ascensor, el trayecto fue silencioso, pero para nada incómodo, simplemente nos mirábamos indirectamente y nos dedicábamos sonrisas amables mutuamente, era como si en un momento y lugar donde más tensión se acumula normalmente sólo hubiera paz y tranquilidad, justo lo que necesitaba en aquellos instantes.
—Vale, empieza cuando quieras. —le apremié, justo cuando ambos estábamos fuera del ascensor y nos disponíamos a caminar hacia la acristalada puerta de salida.
—Verás, hablé con la chica que se ocupa del personal, no me acuerdo de como se llama. Leyó mi currículum varias veces, era tan corto que a penas le costó —ambos nos reímos—. Supongo que o le daba pena o pensó que era mi guapo, por que me dijo que sí que había un puesto para mí, aunque no cumpliera todos los requisitos. —explicó, metiendo ambas manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros.
—Me alegro por ti —hice una pausa de unos segundos para meditar qué diría después de aquello—. Esa chica es muy rara, es una amargada pero aún así se ha tirado a casi todos los psicólogos hombres del hospital, y hay gente que afirma que se lió con un par de psicólogas. —comenté, riendo al recordar mi reacción cuando Laia, la recepcionista, me lo contó cuando llegué al trabajo.
—Cuando llegué me hablaba super borde, pero no se, me ha dado un trabajo, ¡qué menos que decir que es maja? —razonó Daniel, riendo conmigo.
—Por cierto, lo de antes, que se ha liado con un par de chicas, no me malinterpretes, no me parece mal ni nada por el estilo, es sólo que me resulta extraño que siendo tan borde y reservada haya tenido relaciones con tanta gente. —aclaré, al recordar lo que había dicho un minuto antes.
—Te he entendido a la primera, Rebbeca, tranquila. —aseguró, sonriendo de una manera extrañamente reconfortante.
—Teddy.
—¿Qué? —me miró contrariado, como si no me hubiera oído bien.
—Teddy, mis amigos me llaman Teddy, puedes hacerlo tu también, no me gusta que me llamen Rebbeca. —respondí sonriendo levemente, para luego girarme hacia él.
Esté me miraba con cierto aire de tristeza en los ojos.
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Tímida ·Daniel Oviedo·
أدب الهواةNo todo es lo que parece. Nadie es como uno cree. Nunca te fíes de las apariencias. Un moño alto y unas gafas de alambre pueden ocultar más secretos de los que crees. ----------- •ProyectoGmlrs• ▶Inspirada en la canción del dúo de cantantes españole...