Epílogo.-

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Daniel Oviedo

Ese odioso despertador otra vez, ese que me recordaba cada mañana que debía irme a trabajar una hora más tarde y que, además, Rebbeca empezaba sus clases, por lo que no podía ver a mi preciosa y encantadora novia en unas cuantas horas. Ese horrible aparato fue el que, como todas las mañanas, me sacaba del perfecto mundo de los sueños y me hacía desear poder parar el tiempo.

Abrí mis ojos lentamente, acostumbrándolos poco a poco a la luz que entraba por la ventana de mi habitación, pero gruñí al ver que la luz que desprendía el sol era demasiado fuerte como para que mis pobres ojos se acostumbraran algo rápido. Giré todo mi cuerpo hacia el lado de la cama donde debía estar descansando Rebbeca, pero estaba vacío, eso sí, su sujetador estaba sobre la almohada y su braga debajo de las sábanas.

El despertador se apagó un minuto después, dándole por fin algo de paz a mis oídos, que habían dejado de prestar atención a aquel sonido infernal hacía tiempo.

—Nena... —murmuré con la voz ronca, habitual en mí cuando acababa de despertarme.

Ninguna respuesta.

Me enderecé en la cama, para luego destapar mi cuerpo, retirando la sábana al completo, me levanté a regañadientes y me acerqué al baño, abrí la puerta, y allí estaba, mi querida novia. La miré de arriba a abajo, estaba de espaldas a mí, por lo que podía admirar su culo sin que se riera de mí. Parecía estar observando algo, posicionado entre sus manos, por lo que me acerqué algo más a ella, tratando de ver el misterioso objeto que había captado toda su atención.

—Princesa... ¿Eso es un...? —comencé a preguntar, cuando pude entrever lo que sostenían sus manos.

—Un test de embarazo, sí, hace unos días lo hicimos sin condón, ¿recuerdas? No tenía pastillas y no las pude comprar. Me lo acabo de hacer, aún no ha salido el resultado... —explicó, parecía que estuviera muy nerviosa y expectante.

Tragué saliva, preparándome mentalmente para la respuesta, aunque había posibilidades de que no estuviera embarazada, prefería pensar que sí, así la respuesta, en el caso de ser afirmativa, no me cogería por sorpresa.

—Positivo. —murmuró, tras varios minutos de absoluto silencio.

Me quedé paralizado al oír aquella palabra, no sabía que decir.

—Si no lo quieres, Dani... Puedo abortar, ya es bastante que me estés pagando la Universidad... —comentó, girándose hacia mí, haciendo que quedáramos frente a frente.

Lo cierto, es que notaba en su mirada un ligero halo de tristeza, estaba claro que esa idea no entraba en sus planes.

—Tu lo quieres, te oí hablando por teléfono con Alice, dijiste que querías tener un hijo. Además, siempre puedo hacer horas extra, y un mini Daniel o una mini Rebbeca le daría mucho ánimo a la casa. —su sonrisa lo dijo todo por ella, la ilusión reflejada en sus brillantes ojos me hizo tener la fuerza necesaria para afrontar lo que nos esperaba.

No iba a ser un camino fácil.

1º paso: aprender a cuidar bebés.

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora