CAPÍTULO 18: Los sentimientos de Carlota

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Llamé una y otra vez al móvil de Carlota pero no contestaba. Cada vez estaba más nerviosa. Por alguna razón tenía un mal presentimiento. Estábamos en el descanso de media hora, y aún quedaban tres clases. Enseguida recordé como le brillaban los ojos a Carlota al hablar de estar con aquel idiota. Si algo había pasado debía ir, no importaban las clases que quedaban. Empecé a irme del centro, con la mochila en la espalda, rezando para no encontrarme con ningun profesor, y cuando casi lo había logrado alguien me llamó desde detrás mio.

- ¿Marnie dónde vas?

- Adrián- dije sorprendida- Voy a ver a Carlota porqué estoy preocupada ya que no ha venido a clase.

- Debe estar enferma, ¿no?

- Seguramente, pero es que ayer por la tarde quedó con Alexander, y hoy ninguno de los dos está en clase.

- Voy contigo- dijo serio.

Le dije que no hacía falta pero su respuesta con expresión seria y segura de que iria si o si me asustó aún más. Como si supiera que algo malo podía haber pasado tan solo al escuchar el nombre de él.

Sabía más o menos dónde vivía Carlota porque había ido un par de veces a su casa a pasar la tarde. No estaba muy lejos del instituto, aún y así estaba un poco perdida. Por suerte parecía que Adrián también había ido alguna vez y me indicó el camino correcto un par de veces. Llegamos y miramos en las bústias exteriores dónde se encontraba la plaqueta con el nombre de Carlota y su familia, para encontrar el numero de piso en el que vivía. Picamos el timbre y una voz apagada nos contestó desde el portero automático.

- ¿Si?

- ¿Carlota? Hola, somos Adrián y yo, venimos a ver que tal estás.

- ¿Eh?-dijo sorprendida- ¿qué hacéis aquí chicos?

- Estábamos preocupados por ti, Marnie me ha dicho que no has contestado sus llamadas- dijo Adrián serio.

- Ah, eso... Lo siento ayer no puse el móvil a cargar y debe estar sin batería.- De repente la puerta vibró y yo la empujé para abrirla.- Pasad ahora hablamos- dijo ella.

Subimos en ascensor al piso de Carlota. Nada más abrirse las puertas metálicas nos la encontramos en la entrada de su casa moviendo la mano en señal de saludo. Llevaba puesto unos pantalones de pijama negros a cuadrados y una camiseta de manga corta gris. Tenía el cabello agarrado en un moño despeinado y no llevaba maquillaje. Acercándonos un poco más vi que sus ojos estaban rojos, tenía ojeras y su piel estaba pálida como nunca la había visto. Nos dimos un abrazo y ella y Adrián se dieron dos besos en la mejilla. Entramos y nos guió hasta el comedor. Nos sentamos los dos en el sofá y Carlota se sentó en una de las sillas de una mesa, justo delante nuestro.

- No haces muy buena cara- dijo Adrián anticipándose a mí.

- Ya, no me encuentro demasiado bien.

La miré a los ojos fijamente y ella lo notó.

- ¿Pasó algo... ayer?- me atreví a preguntar.

Se quedó unos segundos en silencio, se levantó y enseguida volvió con dos vasos de agua, uno para mi y otro para Adrián.

- Debéis estar sedientos, hoy hace calor.

Se sentó de nuevo y suspiró.

- ¿Ha ido a clase él?- preguntó mirándome a los ojos, yo enseguida negué con la cabeza- Por lo menos parece que no se lo ha tomado tan a la ligera como pensaba.

- ¿Él que?-dijo Adrián igual de impaciente que yo.

- Me va a costar contarlo pero ya que estáis preocupados, voy a esforzarme- dijo para después empezar el relato.

Déjà vu. Los ojos azul y verde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora