Entro al hospital y la gente corre por todos lados, no veo a nadie conocido, así que camino por los pasillos hasta la recepción.
―Buenas tardes. ¿Me puede dar información de la señorita Beatriz Torres? ―le digo a una señora que está tras el muro.
―Deme un segundo ―me dice.
Esta revisa en el computador y se demora lo que para mí es una eternidad y cuando por fin encuentra algo, levanta su mirada de la pantalla y me dice:
―Diríjase al segundo piso, habitación 217, debe subir por las escaleras que están al final del pasillo a mano derecha. Los ascensores están dañados ―señala.
―Gracias ―respondo.
Camino lo más rápido que puedo, necesito llegar y saber que está pasando, pero antes de subir las escaleras me recuesto en la pared y cierro los ojos, no debo derrumbarme, debo ser fuerte.
¡Yo puedo!
Subo las escaleras y camino hasta el final del pasillo como me han indicado, nunca me han gustado estos lugares, los hospitales me enferman y me deprimen de solo entrar. Cuando voy pasando por cardiología escucho:
― ¡Elizabeth! ―me grita Melissa. Me acerco a ella y me abraza fuerte
― ¡Dios, mío! Eli. ¿Qué te ha pasado? Sí, lo sé.
Mi aspecto no es el mejor, lloré, bebí toda la noche y parte de la madrugada, y con todo lo que me está pasando, no puedo estar de mejor semblante, pero nadie tiene porque saberlo.―pienso.
― ¿Mi tía? ―Digo y mi voz es casi un sollozo.
―Está con tu abuela y Ena en la habitación. ―Me agarra del brazo y me lleva con ella. ―Pero primero entra al baño y arréglate un poco.
―No tengo tiempo para eso ―digo soltándome.
―Eli, ya conoces a tu abuela, si te ve así se preocupará más y es lo que menos necesita.―Asiento al escucharla, sé que tiene razón.
Entro al baño, me lavo la cara y no puedo evitar pensar en lo sucedido, no sé cómo voy a afrontarlo todo: El quiebre de mi negocio, su partida... ―Suspiro. ―Todo se me está viniendo encima y no creo poder levantarme de nuevo.
Me demoro más de lo esperado en el baño y de pronto escucho:
― ¿Estás bien? ―pregunta Melissa tras la puerta.
―Sí, ya salgo.
Me aplico un poco de polvo para tapar mis ojeras y rubor para no verme tan pálida.
―Lista.
Melissa me mira cuando salgo y me abraza, me toma del brazo y me conduce a la habitación.
―Tienes que ser fuerte amiga.
La miro y trato de contener las lágrimas; no puedo derrumbarme ahora, debo pensar en mi familia.
Entro a la habitación y todo está en silencio, Ena está sentada en el mueble que está al frente de la cama y mi abuela está al lado de Bea, con la cara apoyada en sus brazos. ―Cierro mis ojos con fuerza y suspiro. ―Camino despacio y me acerco a ella.
Ahí están, las almas más puras y caritativas frente a mí, las dos mujeres a quien más he amado en mi vida, las únicas personas que de verdad me han demostrado amarme incondicionalmente, las que nunca me abandonan y siempre me cuidan. Mis lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas, mi abuela levanta la cabeza y al verme suspira.
― ¡Ay! Eli.
Se levanta de la silla y me abraza tan fuerte que creo que me romperé, no me salen las palabras, verla ahí, en esa cama, en ese estado, es lo peor que mis ojos han visto alguna vez.